La sociedad dominicana anda dando tumbos. Parece que ha perdido la capacidad de bien usar los sentidos de su organismo. No puede diferenciar entre lo interno y lo externo, el ruido del sabor, el perfume de la flor, el silencio de la visión, el equilibrio de la enfermedad, la suavidad del soy… Tal desbarajuste funcional tiene que ser la causa de tantas soluciones que terminan siendo peores problemas que los que se trató de resolver.

Desde cuando decidimos ser sociedad soberana e independiente hasta el final del siglo XIX, más de cincuenta años, no éramos sino una sociedad de sálvese quien pueda, dividida en fundos virtuales encabezados por generales de pacotilla, cada uno desde su fundo soberano haciendo y deshaciendo a su antojo, cobrando los peajes y brazos que necesitaba para hacer la guerra contra los tenidos por sus colegas.

Desde afuera, poderes imperiales trataron de organizarnos para tragarnos como manjar gourmet apetitoso para su gusto, pero unidos, nuestros dueños de fundos y gentes lo evitaron, aunque no pudieron impedir que nos arrebataran la soberanía nacional y nos ocuparan.

Con la desocupación se reinició el anarquismo de pacotilla, pero ya los usurpadores de nuestra nacionalidad tenían su hombre preparado para sojuzgarnos y acabar con toda competencia política. Lo logró durante mas de treinta años. Pero un día nos amaneció sin su presencia.

Y nos ocupamos de fundar grupos, grupitos y grupazgos. Y a esos los llamamos partidos. De la libertad, la independencia, la revolución, la liberación, de la unidad, de la reforma. Y de todos los eufemismos imaginables. Y empezó la democracia. Esa cosa que promueve el imperio para seguir con su dominio sobre las sociedades que dice ayudar.

Tenemos ahora un sistema democrático donde solo una élite tiene acceso al poder, representativo, en donde solo los partidos son representados y solo a ellos los representantes rinden cuentas, en donde todos tenemos el derecho constitucional de ser elegidos, siempre y cuando se nos seleccione y además seamos miembros de un partido.

Los legisladores son todos miembros de algún partido y para beneficio de éste y de sus miembros y de los familiares votan legislaciones, crean instituciones y provincias y municipios y divisiones políticas, modifican la Constitución y se autoasignan recursos.

Hemos creado unas sanguijuelas que están dejando sin la sangre y sin vitalidad a la nación. Alimentamos un monstruo que nos engulle poco a poco. A todos, los ciudadanos y al país. Hasta que de tanta hambre se trague a sí mismo.

Talvez antes de ser alimento de políticos, algunos de nuestros ciudadanos recobre el equilibrio entre su psique y sus sentidos e hile una solución que dé al traste con este nuevo monstruo que nos aniquila aunque creamos estar bien.

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