El pasado martes 5 de septiembre la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) convocó a un desayuno temático bajo el título “Sumando esfuerzos público-privados para promover las exportaciones”. El orador invitado fue Luis Henry Molina, director del Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD) a propósito del lanzamiento de PRODOMINICANA, la marca bajo la cual el gobierno dominicano y sus instituciones ofrecerán servicios robustecidos y ampliados de apoyo a las exportaciones y para la atracción de inversiones, bajo la coordinación y facilitación del CEI-RD.

Junto a Elka Scheker, consultora legal y empresarial, y Álvaro Sousa, presidente de la Asociación Dominicana de Exportadores (ADOEXPO), participé como panelista en esta actividad, y planteé siete puntos que entendí relevantes compartir. Varios de ellos han sido ampliamente planteados, pero ameritan insistencia.

¿Por qué son importantes las exportaciones?

El primero es que, como lo he escrito antes por este mismo espacio, es difícil sobreestimar la importancia de las exportaciones para un economía pequeña como la dominicana. Los argumentos son bien conocidos. Uno es que, como en todo país pequeño, el peso del sector exportador en el PIB es alto y su desempeño impacta de forma significativa en la actividad económica general y en el empleo.

Otro es que las divisas que produce el sector exportador son las que habilitan para que otros sectores puedan crecer porque muchos de los bienes de inversión e insumos, y muchos bienes de consumo son importados. Así, la disponibilidad de divisas es crucial para crecer y generar empleos. Es cierto que hay otras fuentes de divisas pero las exportaciones de bienes y servicios son las únicas, quizás junto a las remesas, que son sostenibles. Las otras, como el crédito y la inversión extranjera, hay que “pagarlas”. La primera, literalmente, la segunda con repatriación de utilidades.

Otro argumento tradicional, aunque más débil, es que el exportador está muy expuesto a la competencia internacional, y por tanto al aprendizaje tecnológico, por lo que las exportaciones son una importante fuente de transmisión del aprendizaje. Hay otros determinantes del aprendizaje probablemente de mayor peso que éste, pero éste no deja de ser parte de la ecuación.

Exportar siendo parte de una red global de producción
El segundo es que las exportaciones no deben pensarse más sólo como “bottom up”, es decir, desde el país hacia el resto del mundo, sino también con un enfoque de cadenas o redes. Hace tiempo que la pregunta no sólo es ¿qué tenemos que ofrecerle y qué podemos vender al mundo?, sino también, ¿en cuáles procesos productivos globales podemos participar, y haciendo qué? En la actualidad más de la mitad de las exportaciones de bienes se hacen en esa modalidad (zonas francas, ya sea ensamblando ropa, productos eléctricos, dispositivos médicos o calzados), las de servicios (especialmente turismo) son parte de cadenas, y enormes partes de la economía mundial funcionan de esa forma.

En esa perspectiva, promover las exportaciones es indisoluble de incentivar inversiones (extranjera y nacional, dependiendo de las capacidades y el conocimiento) en procesos productivos en los cuales: a) sea posible participar con éxito, b) se maximicen los impactos en empleos, aprendizaje tecnológico y generación neta de divisas, y c) se pueda aspirar a escalar, es decir, a transitar desde procesos más simples y de bajo contenido tecnológico hacia otros más complejos y más intensivos en conocimiento y destrezas, y por lo tanto mejor remunerados.

Encadenamientos con exportaciones es casi igual a exportar
El tercero es que hay que pensar en las iniciativas económicas que se encadenen a sectores de exportación como unas de exportación. Tienen efectos similares en la medida en que su producción es parte del valor agregado que se exporta y el origen del ingreso es el mismo. A través de ellas, las exportaciones expanden sus efectos sobre el resto de la economía, aunque hay que reconocer que también se transmitirían los efectos negativos cuando declinan. En el fondo se trata de superar las llamadas economías de enclave, los sectores de exportación que son dinámicos pero que poco se conectan con el resto de la economía y que derraman pocos beneficios más allá de los factores productivos que contratan.

Por eso, cuando se habla de políticas para la promoción del desarrollo productivo y las exportaciones, las actividades con potencial de encadenamiento deben estar en el radar, procurando derribar barreras que impidan el encadenamiento y potenciando el cambio tecnológico y el aumento de la productividad que les permita competir exitosamente con las importaciones. Pero también hay que pensar en las actividades no transables que se encadenan como la energía, el transporte, la construcción y las telecomunicaciones. Algunas de ellas son un verdadero lastre para las exportaciones, y no tienen por qué serlo.

Los espacios tradicionales para participar en redes globales se reducen

El cuarto es que los cambios tecnológicos están reduciendo los espacios tradicionales para participar en las redes globales de valor. En cada vez más procesos productivos la actividad humana directa está siendo reemplazada por la de máquinas, las cuales ya no se limitan a hacer tareas rutinarias sino que son inteligentes, aprenden y reaccionan, adaptándose a realizar tareas cambiantes.

Esto supone un serio reto para las economías como la dominicana que se especializan en procesos productivos intensivos en trabajo humano basado en rutinas porque son las tareas rutinarias las primeras en ser ocupadas por máquinas.

En ese contexto, el reto es encontrar nichos estratégicos, espacios en las redes globales donde las ventajas puedan perdurar al embate tecnológico y a la competencia de otros países con menores salarios y costos, y más que nada en donde se pueda escalar hacia procesos más complejos.

Las lecciones de la retórica proteccionista

El quinto es que hay que hacer una lectura constructiva de la retórica proteccionista en Estados Unidos, Europa y otras partes. A pesar de ella, difícilmente habrá cambios drásticos en el entramado económico mundial y en la internacionalización de la producción, aunque puedan darse algunos, quizás sólo con efectos suficientes como para que algunos políticos canten victoria y así salvar sus caras. Se trata de cambios estructurales que no podrán ser desmontados en lo inmediato.

Sin embargo, si no tomamos en serio a los damnificados de los mercados, de la globalización y de los cambios tecnológicos, si no se acepta que millones perdieron y que el Estado les abandonó, y que no tuvieron por sí solos posibilidades de sobrevivir y adaptarse, en el futuro la reacción social y política puede ser mucho más disruptiva y costosa que la actual.

Más apertura, más internacionalización de la producción y más competencia desigual sin protección social y sin apoyo para la reconversión y adaptación de las personas a los cambios, es una receta para la profundización de la exclusión y para rebelión social. Esto requiere de un fisco fuerte, con recursos suficientes para una protección social efectiva, y una seguridad social que funcione para todos.

La promoción de las exportaciones como bien público

El sexto es que hay que pensar la promoción de las exportaciones como bien público. Estas no llegan con éxito a los mercados por sus propios pies, ni siquiera sólo por el esfuerzo de los exportadores. Requieren de un entramado de servicios públicos indispensables y que facilitan el proceso. Piénsese, por ejemplo, en el cumplimiento de normas sanitarias exigibles en los destinos, o en la identificación de oportunidades para muchos exportadores pequeños y medianos.

La promoción ha sido un bien público que ha hecho mucha falta y que ha implicado que no se haya explotado un potencial productivo y competitivo instalado en el país. PRODOMINICANA parece un esfuerzo serio en suplir ese vacío. Como resultado, las exportaciones podrían dar un salto importante en corto tiempo. Pero necesita el concurso del sector privado porque varios de los servicios son co-producidos.

La promoción sin desarrollo productivo tiene límites graves
El sexto y último es que sin desarrollo productivo, sin políticas específicas que promuevan el escalamiento tecnológico y el incremento en la productividad, la promoción de exportaciones tiene graves límites. Para exportar con éxito hay que tener una oferta de calidad y competitiva, y eso depende en parte de políticas generales de apoyo (energía, educación, infraestructura, justicia) y sectoriales o específicas.

La promoción es indispensable pero no va a resolver el problema de las exportaciones porque éste es mucho más profundo. Necesita que tomemos en serio la misión de lograr una transformación productiva moviéndonos desde la vieja política de simples incentivos fiscales hacia una que promueva el cambio tecnológico y el empleo de calidad.

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