Los cambios en la Dirección General de la Policía Nacional (PN) siempre generan expectativas de un nuevo rumbo en su accionar. La inseguridad ciudadana sigue apareciendo como el problema que más afecta a la sociedad dominicana. No han valido los planes integrales de seguridad o los patrullajes mixtos para que los dominicanos cambien su percepción, basada en hechos, de desprotección frente a la delincuencia y el crimen. Por lo tanto, el principal reto del nuevo director de la PN es lograr una mayor eficiencia policial en el cumplimiento de su rol de contribuir a mejorar el clima de seguridad.

Un punto de partida es el de renovar la confianza y credibilidad pública en la institución del orden. Para ello es necesario llevar a cabo una gestión basada en la transparencia y la rendición de cuentas. Junto a esto, la nueva dirección policial tiene que dar muestra de su disposición a liderar los cambios profundos que requiere la institución, tanto a nivel interno como externo. Los primeros deberán contribuir a impulsar y consolidar el tan demandado fortalecimiento institucional de la Policía; y los segundos, conseguir que la PN sea efectiva en sus planes de lucha contra el crimen.

Una tarea urgente es la implementación de la Ley Orgánica de la Policía Nacional y sus reglamentos. Junto a esto, es necesario darle continuidad a las mejoras en las condiciones laborales de los policías, específicamente en lo que respecta a sus salarios y a la seguridad social tanto de ellos como de sus familiares. Estas tareas deberán ser acompañadas de un proceso profundo de depuración de la institución, el cual implique poner en retiro definitivo de sus filas a aquellos que no desempeñan ninguna labor o que están vinculados a actividades delictivas. Por otro lado, se requiere de la existencia de mecanismos efectivos de control y fiscalización a lo interno de la Policía.

Lo anterior demanda un cambio en la cultura de la PN que lleve a su desmilitarización y a su redefinición como órgano de represión. Esto supone erradicar las prácticas de torturas, abusos y violaciones a los derechos humanos. Ser enérgico contra la criminalidad es hacer que caiga todo el peso de la ley sobre los delincuentes y no que de manera arbitraria, un policía decida sobre la vida de un “simple civil”. Un cambio de cultura policial implica una relación distinta con la comunidad, basada en el respeto, la confianza y la cooperación. Se requiere de una PN en labores de prevención, presentes en las calles del país y capacitada para la investigación criminal.

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