En una ocasión el profesor Bosch escribió un artículo cuyo título lo decía todo: “Aprendamos a desconfiar”. Trataba esencialmente la manera como se dejaban influir las personas por una condición social o vínculos primarios.

Siempre se invocan las buenas intenciones de sus relacionados, sean familiares, amigos o aún desconocidos. A esto Juan Bosch replicaba con un adagio conocido: “El infierno está empedrado de buenas intenciones”. Creer o no en alguien, dependiendo del grado de cercanía personal primaria, es un error; el ser humano no es perfecto y se puede equivocar, aunque no sea su intención.
Hay una expresión asociada a los “guardias” del ejército de Trujillo: “Los guardias leen al revés”. Se asocia a chismes, zancadillas y engaños.

“Aprendamos a desconfiar” tenía el propósito de que en medio de la “Guerra Fría”, aún siendo alguien cercano, sugiere separar los afectos, las relaciones primarias y las emotividades de la confianza y conocimiento político. La lucha política tiene muchos riesgos; confiar por esas relaciones personales puede inducir a errores y ellos pueden ser de graves consecuencias.

Parece un contrasentido el título de este artículo, pero no lo es porque la premisa inicial hoy sigue siendo separar los sentimientos primarios de la lógica política, en eso insistió Bosch. Lo segundo es que no se trata de desconfianza, sino detenerse en el análisis del contexto y las señales circunstanciales que se derivan. Lo tercero es que se garantiza el cumplimiento de un acuerdo político, por ejemplo, si se exhiben fuerzas, adhesiones al acuerdo y disposición a defenderlo.

La lógica política tiene que ver, no lo que usted quiere, sino hasta dónde se puede llegar. Un acuerdo sin ceder a las posiciones del contrario, es desafiarlo para que no se acerque a las suyas. Se llega hasta donde ambas partes puedan cumplir, aún siendo a un nivel precario; pero que si no cumple, se deriven consecuencias.
Cuando se sitúa como segunda premisa el análisis del contexto, pueden apreciarse varias situaciones; si el contexto no le favorece a su adversario, no ir más allá de lo que ese adversario puede dar; usted por igual no debe comprometerse más allá. En política siempre es necesario que un acuerdo se haga pudiéndose comprobar que ha de ser respetado.

Un ejemplo es el documento firmado en mayo del 2015, para administrar la crisis partidaria; no sólo lo aprobó el CP, el CC, la Convención del Partido que eligió al candidato presidencial, y, ante un recurso, el TSE. Eso no bastaba, debía dársele seguimiento a la ejecución sucesiva de la aplicación de sus puntos. Uno de esos va siendo cumplido, mantener un equilibrio partidario en las propuestas a los bufetes directivos del Congreso. El otro, no más reelección. Como se ha visto esta semana pasada, ambos se van cumpliendo.

Ahora bien, nada se cumple sin un contexto favorable. Descuidarse por confianza personal, eso no funciona así. Aunque no es tan absoluto y debe reconocerse el papel que juega la personalidad de los involucrados. La actividad política es ciencia y arte, no emoción; está ayudada por las ciencias sociales y económicas, ahí debe residir la confianza. Importa el análisis y medición de la lógica y correlación política, el contexto coyuntural y la propia y ajena fuerza exhibida.

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