Señor director. Recientemente leí un relato donde se mostraban la apatía de una vida sin pasión y alegría, versus la felicidad artificial, inducida por fármacos. De manera explícita, nos dejaba ver la situación por la que atraviesan los jóvenes hoy día, y el papel que los padres han dejado de asumir, la falta de atención y responsabilidad amorosa, para tomar un nuevo camino en detrimento del bienestar emocional de los hijos y de la sociedad en sentido general. No sé en qué momento los padres dejamos de ser entes pensantes para convertirnos en entes danzantes al son que nos toca la sociedad, provocando en nuestros hijos infelicidad. Nos hemos convertido en una comunidad de almas vacías, sin sentimientos, autómatas, víctimas del sistema actual que a diario nos empuja al desfiladero del consumismo, con ausencia de valores morales y con un grado de aprobación y permisividad ante todo lo que les genera dinero y aparente tranquilidad emocional, que no es más que pantalla social; en el fondo, las familias se han quebrado, desmembrado y desmantelado el hogar para convertirlo en un coliseo romano, donde el lema es “Sálvese quien pueda”, o en un convento de clausura donde está prohibido hablar y relacionarse, cada quien en lo suyo.

Me parece que nuestra mayor responsabilidad es asumir las responsabilidades propias, no las de los demás; si nuestro jefe quiere hacerse rico y poderoso, es su problema, no el nuestro. Debemos ponerle límites al trabajo y los horarios, y no permitir la explotación, a cambio sacrificamos a nuestros hijos, a la familia, para conseguir cosas materiales y superfluas que al final no nos proveen felicidad. Lo que no se va en llanto, se va en suspiros, como dice el dicho. La vida es una y corta, cada cual es responsable de lo que acepta y hace, de lo que piensa y de lo que crea con ese pensamiento, de lo que hace con esa creación y de las consecuencias que de ella se derivan. La modernidad está matando nuestra amorosa y valiosa humanidad, nos está convirtiendo en máquinas de producción para generar dinero y una vida de opulencia y despilfarro a unos cuantos. Tiempos modernos, donde la mayoría, responde a un patrón de conducta preestablecido por un sistema opresor, y hasta cierto punto carcelario, pues te mantiene atrapado, te hace sentir indefenso e impotente ante su demoledora, encantadora y seductiva vestimenta, “nada como la tecnología, los lujos y la buena vida”, ese parece ser el mantra más repetido y la vida que la mayoría aspira tener.

Lo lamentable es que no lo queremos ver ni aceptar, y si lo aceptamos, no hacemos nada por cambiarlo, seguimos repitiendo el mismo mantra, siendo carne de cañón, haciendo cola para ser uno más del montón de enajenados mentales, con tal de no perder los supuestos privilegios que de manera adictiva y alucinante, nos tiene fármacos dependientes de cualquier tipo de droga, medicamento o entretenimiento que nos alivie un poco el estresante e insaciable cáncer de la modernidad. ¡Despertemos ya a la realidad!
Idalia Harolina Payano Tolentino
CiudAdana

Posted in Correo de lectores

Las Más leídas