I
AÑO 1977
Aun no existía en la década de los 70 el Recinto Santo Tomás de Aquino, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en Santo Domingo. Los candidatos a esta universidad residentes en Higüey debían venir a Santiago y ser presentados por un eclesiástico.

Conocía, pues, muy bien a Francisco Jiménez Güílamo, estudiante de la Salle, siendo yo Rector del Seminario Menor San Pablo de la Diócesis de la Altagracia, colocado al lado de la Basílica de la Altagracia, en el Barrio Nazareth, donde vivía la familia Jiménez Güílamo. Cuando él terminó su bachillerato decidió entrar en la PUCMM y me pidió que lo presentara al Rector de este afamado centro universitario. Lo hice con mucho gusto y sin titubear.

II
AÑO 2017
Ya de Arzobispo de Santiago, lo encuentro aquí, cuarenta años después, como médico graduado de la PUCMM, célebre por sus aportes en cardiología y su sentido humanitario.

Me tocó participar en homenajes y reconocimientos en su honor. En marzo 2017 me correspondió también presidir su entierro, después de una larga batalla contra una enfermedad hereditaria de su familia paterna.

Cuanto se dijo de él, antes, y después de ese momento reflejaba toda una vida vivida en valores. Eso me ha hecho sentir muy bien: vale la pena, pues, me decía, apoyar a los jóvenes que pueden dar de sí lo mejor para su familia y como profesionales al servicio de la comunidad donde viven. Su ideal no fue “el dinero”, sino la gente. Acumuló no riquezas, sino obras buenas.
He aquí retazos de su memoria, recogida en escritos que se publicaron en torno a él en los días de su muerte.

III
REVISTA BIEN-ÊTRE
Volumen II
“Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón seguirá hablando”
Aunque estas palabras fueron dichas por Rabindranath Tagore, sentimos que su corazón sigue hablando a los tantos corazones que ayudó a latir a lo largo de su carrera y a los tantos estudiantes que enseñó con amor y dedicación. Siempre le recordaremos por ser un hombre íntegro, dedicado y ejemplar.
Hasta siempre, Dr. Francisco Jiménez Güílamo

IV
Corazones del Cibao
Sus accionistas y personal
Se unen al dolor que embarga a la familia Jiménez Ureña, su esposa Doña Ana María Ureña, sus hijos Paola e Iván y demás familiares por el sentido fallecimiento de Dr. Francisco Jiménez Güílamo, miembro fundador de Corazones del Cibao, S. A.

Francisco deja un gran legado a toda la sociedad, por su vocación de servicio, reflejado en un ejercicio médico ético, actualizado, eficiente y sobre todo humano; su pasión por la docencia que lo convirtió en un maestro de la Cardiología, su solidaridad y amor por los más necesitados.
Siempre te recordaremos con cariño y respeto. Paz a su alma.

V
Carta del Presidente Medina
“Santo Domingo, D. N.
14 de marzo 2017

Señora
Ana María Ureña viuda Jiménez
Santiago, R. D.

Distinguida señora Ureña viuda Jiménez:
En nombre del Gobierno dominicano y en el mío propio, reciba las más sinceras condolencias por el fallecimiento de su esposo, el destacado médico cardiólogo doctor Francisco Jiménez Güílamo, cuyo deceso constituye una lamentable pérdida para nuestro país.
Sea extensiva esta expresión de pesar a sus hijos Paola e Iván Jiménez Ureña y a los demás familiares afectados por la partida del consagrado profesional de la medicina.

Ciudadano ejemplar en el amplio sentido de la palabra, el doctor Jiménez Güílamo ejerció su profesión con entrega absoluta y profunda vocación para la enseñanza, por lo que mereció ser declarado Maestro de la Cardiología. Formó parte de los fundadores de la institución Corazones del Cibao, S. A., a la cual hizo grandes aportes profesionales.

Que su alma descanse en paz en la morada eterna y la familia reciba abundantes y consoladoras bendiciones.
Muy atentamente, Lic. Danilo Medina

VI
Un adiós para un médico cabal
“Si ahora que ya partió hacia el más allá, se hiciera una encuesta entre los colegas y los empleados del hospital José Ma. Cabral y Báez, los pacientes y todas aquellas personas que tuvieron la dicha de conocer a Francisco Jiménez, para definirlo de afuera hacia dentro o viceversa, todos responderíamos sin titubeos que fue un hombre rigurosamente cabal, auténtico, competente, y de un grado de honestidad personal y profesional fuera de toda duda.

Francisco tuvo una vocación cuasireligiosa para el servicio médico a su prójimo. Aun a riesgo de su propia salud, ya que desde hacía algún tiempo vivía “en un Iris” por la enfermedad renal que padecía, cumplía estrictamente su horario de trabajo en el hospital sin apelar jamás a la excusa de su dolencia. Por eso la última vez que solicité su opinión ecocardiograma sobre un paciente grave que teníamos en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital, y él atendió dicha solicitud a pesar de estar en reposo debido a molestosos síntomas de su enfermedad, me dijo que no sabía por qué, a pesar de estar en licencia, le era difícil no ir al hospital. Le respondí que su generosa disposición era hija de su propia experiencia vital como un médico que se esforzaba por restarle fuerza a la enfermedad que sufría. A continuación le recordé que Frank Kafka, para los días que escribía una de las obras que lo inmortalizó: “La metamorfosis” tosía y esputaba gruesos cuajarones de sangre causados por la tuberculosis que lo aguijoneaba severamente y sin embargo, seguía su trabajo de escritor, sin hacer caso de su hemoptisis como si gozara ver su propia sangre envolviendo cada uno de sus párrafos que posteriormente lo hicieron tan famoso.

Los médicos que hoy podrían ser considerados como profetas y discípulos del bien hacer son pocos. En honor a la verdad, ninguno de sus colegas le regatearía a Francisco Jiménez un sitio privilegiado en ese selecto grupo. Alfred Adler, el famoso psicólogo estadounidense que fundó la escuela de Psicología Individual, escribió que solo los individuos, con un elevado grado de madurez psicológica, son capaces de laborar en beneficio de un interés social.

Y si es así, no cabe la menor duda que Francisco dio pruebas irrefutables de ser un individuo emocionalmente equilibrado mientras vivió entre nosotros ya que su interés por los demás fue puntualmente verdadero.

Fue un hombre tan sensible a la tragedia humana que en el 2013 cuando me pidió que leyera un poemario titulado “Cuaderno de poemas”, que había escrito secretamente y del cual quiso que yo escribiera el prólogo, al señalarle que casi todo el libro parecía una oda a la solidaridad con el dolor y la muerte de sus seres amados y cercanas amistades me preguntó por qué le hacía esa observación. Le respondí que los poemas “Duele” y “El Dolor” de su “Cuaderno de poemas” son como un espejo de dos caras que forman un ángulo en 45 grados. La muerte de mi padre/la de mi madre/La muerte del amigo/la del maestro/la del niño/o la de la mujer buena o mala/duele. Y en el segundo poema, el poeta en crisálida, Francisco, nos canta: El dolor/si es por amor/es bendición/es liberación/es transformación.

Después de leerle esos dos poemas donde invoca el dolor y la muerte, respiró hondo y me dijo: Pedro, tú mismo me dijiste hace un tiempo que el escritor Julio Cortázar refiere un proverbio indio que dice: “Debajo de la ropa que me cubre, estoy desnudo, completamente”. Creo-prosiguió – que todos los humanos tenemos entre la piel y la ropa que nos cubre una gruesa capa de dolor y yo quiero quitar la fijación en ese sufrimiento.
Descansa en paz, querido amigo. Tu esposa, tus hijos y tus amigos te dejamos ir porque nadie interfiere los planes de la muerte, pero tu ejemplo de hombre probo y sensible al dolor de los demás, nos servirá de inspiración a todos.” (Dr. Pedro Mendoza, La Información, 27 de Marzo de 2017).

Conclusión

CERTIFICO que Francisco Jiménez Güílamo, nativo de Higüey, vivió en Santiago ejerciendo la medicina como Cardiólogo y dejó allí, con su vida, un mensaje de un ejercicio profesional cualificado, entrega a los enfermos del corazón y de humanismo.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los nueve (09) días del mes de agosto del año del Señor dos mil diecisiete (2017).

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