Santiago Estrella Veloz: Despedida a otro inolvidable

Hace algo menos de tres años comentábamos en esta columna la obra Los Inolvidables del periodista Santiago Estrella Veloz, fallecido la madrugada del lunes a la edad de 75 años. Como escribimos aquella vez, se trata de una galería con retratos…

Hace algo menos de tres años comentábamos en esta columna la obra Los Inolvidables del periodista Santiago Estrella Veloz, fallecido la madrugada del lunes a la edad de 75 años. Como escribimos aquella vez, se trata de una galería con retratos descriptivos de políticos, escritores, abogados, poetas, médicos y empresarios, en la que, junto a las semblanzas que recrean sus figuras, el autor reflexionaba sobre un pasado dominicano salpicado de vivencias, con anécdotas de esa época que vivía en la memoria de un cronista con capacidad para mezclar la pasión con lo mejor logrado de la objetividad periodística.

Oriundo de Moca, provincia Espaillat, Estrella Veloz tuvo el privilegio de cubrir como reportero etapas que perfilaron lo que es hoy la sociedad dominicana, como fue la decapitación de la dictadura trujillista, el combate a los remanentes del régimen, las elecciones ganadas por Juan Bosch y su posterior derrocamiento, el levantamiento del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el Triunvirato, la Revolución Constitucionalista de 1965, la Guerra Patria y los traumáticos 12 años de Balaguer.

De esas experiencias reporteriles de más de medio siglo, el autor, como hiciera en otros siete libros, dejaba su impresión sobre personajes tratados de cerca y que en todo ese tiempo le resultaron inolvidables. En esa categoría entran los periodistas Rafael Herrera y Francisco Comarazamy, directores del periódico Listín Diario, bajo cuya orientación trabajara durante décadas; Augusto Obando, el poeta Freddy Gatón Arce, Emilio Herasme Peña, Salvador Pitaluga Nivar, el psiquiatra Antonio Zaglul y el empresario Huáscar Rodríguez, todos desaparecidos en el momento de la publicación. Además de periodista, ecologista y escritor, el colega Santiago era un lector voraz. Deja a su esposa Altagracia y a los hijos Julio, Santiaguito, José Manuel, Xiomara y Rosannerys una extraordinaria biblioteca.

“Otro inolvidable que se fue”, le dije al amigo abogado Marcelino Vargas, cuando me dio la triste noticia de quien fuera también nuestro vecino.

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