La política norteamericana en el Caribe. La Alianza para el progreso a juicio crítico

Una vida digna con libertadHoy hace un año que propuse que los pueblos del Hemisferio se unieran en una Alianza para el Progreso, un esfuerzo cooperativo que abarca a todo el Continente con el fin de satisfacer las necesidades…

Una vida digna con libertad

Hoy hace un año que propuse que los pueblos del Hemisferio se unieran en una Alianza para el Progreso, un esfuerzo cooperativo que abarca a todo el Continente con el fin de satisfacer las necesidades primordiales de los pueblos americanos, de viviendas, trabajo y tierra, de salud y escuelas, de libertad política y dignidad del espíritu.
Nuestra misión, dije, era la de completar la Revolución de América, la de edificar un Hemisferio en que todo hombre pueda aspirar a un nivel de vida adecuado y todos puedan gozar una vida digna con libertad. (…)

Unidas, las naciones libres del Hemisferio, se comprometieron a ofrecer sus recursos y sus energías en pro de la Alianza para el Progreso. Unidas se comprometieron a acelerar el desarrollo económico y social y a efectuar las reformas necesarias para asegurar que todas participarían de los frutos de este desarrollo. Unidas se comprometieron a modernizar sus regímenes tributarios y de tenencia de tierras, a erradicar el analfabetismo, la ignorancia, a promover la buena salud y facilitar las viviendas adecuadas, a resolver los problemas relativos a la estabilización de los precios de los productos básicos (…) y Unidas establecieron la estructura básica institucional para este enorme esfuerzo que duraría un decenio…

Extracto de las palabras del Presidente Kennedy ante los diplomáticos latinoamericanos reunidos en la Casa Blanca con motivo del primer aniversario de la enunciación de la Alianza para el Progreso.

El Presidente John Kennedy al año de haber iniciado el ambicioso programa, organizó una gran recepción en la Casa Blanca en la que reunió una vez más a los diplomáticos latinoamericanos para decirles los grandes logros que habían alcanzado en apenas 12 meses de ejecución. El discurso, incluido en un documento titulado: “Alianza para el Progreso. Documentos Básicos”, habla de las bondades del programa y cómo había permitido fortalecer la democracia en el continente. Pocos años después el Presidente fue asesinado, pero el programa siguió operando, quizás no con el mismo entusiasmo que su gestor y promotor. Los recursos llegaron a los países, aunque no en la cantidad ni la celeridad prometida.

Uno de los más grandes críticos fue Salvador Allende, como lo expresó en un discurso pronunciado en la Universidad de Montevideo en 1967:

Estudiantes:
Ahí, en Punta del Este, se está tratando de revivir el fantasma de la Alianza para el Progreso. Se está preparando la nueva consigna publicitaria para engañar a los pueblos del continente, abusando de la alta dosis de analfabetismo en que se les ha mantenido sepultados.

La Alianza para el Progreso (…) nació muerta. Solo vivió en la esperanza de nuestros pueblos que, engañados, creyeron que ella les significaría ocupación, alimento, techo, salud, seguridad social, educación, cultura y esparcimiento. Hace seis años, en 1961, en este mismo lugar de Punta del Este, los encargados de los diversos gobiernos del continente practicaron un descarnado recuento de la miseria de América Latina, para extender la mano en pos de la propina. Y en el terreno político, se puso el acento en la “democracia representativa” (…)[1]

Como era de esperarse, el Che Guevara fue uno de sus grandes críticos. Uno de sus discurso más importantes fue citada por Allende: “Ya sabemos todos, el íntimo sentir del departamento de Estado norteamericano: Es que hay que hacer que los países de Latinoamérica crezcan, porque si no, viene un fenómeno que se llama castrismo que es tremendo para… Estados Unidos”.

Han transcurrido 56 años y es hora de evaluar, como lo hizo el profesor Lázaro Díaz Farías en un interesante ensayo titulado “A cincuenta años de la Alianza para el Progreso: El debate por el socialismo”[2]. El trabajo, tiene, no cabe duda el sesgo anti norteamericano de la gran mayoría de intelectuales cubanos, como puede verse en el siguiente párrafo:

La reacción del imperialismo no se hizo esperar tras los éxitos iniciales de la Revolución Cubana. Ello se materializó, entre otras cuestiones, en la conocida iniciativa propuesta por el presidente norteamericano John F. Kennedy, la Alianza para el Progreso, como mecanismo de contención de dicha revolución. Esta iniciativa supuestamente dirigida al logro del desarrollo económico de América Latina, tenía como objetivo principal fortalecer, mediante reformas financiadas con la participación de Estados Unidos, las posiciones de las burguesías locales capaces de maniobrar en el plano social, contra una eventual situación revolucionaria en el continente catalizada por la Revolución. La política comprendía un financiamiento de 20,000 millones de USD, lo cual en un corto período de tiempo reforzó las posiciones de la burguesía liberal, aunque no pudo extinguir el desarrollo del movimiento revolucionario”. [3]

El autor tiene toda la razón al afirmar que el programa “Alianza para el Progreso” tenía una clara vocación de contrainsurgencia a los movimientos revolucionarios que se expandían como pólvora en el continente. Sin embargo, la pregunta que se impone ¿Logró el ambicioso programa detener la revolución comunista? Yo pienso que sí, aunque no fue como esperaban los norteamericanos pues tuvieron que apoyar los grupos paramilitares. Díaz Fariñas afirma que el gobierno de los Estados Unidos fracasó con su intento:

La Alianza para el Progreso fracasó estrepitosamente; en 1967 fue formalmente enterrada por la propia OEA. La política “antitrujillista” y “anticastrista” de Kennedy finalmente se convirtió en una oleada de terror en los años posteriores, como la intervención en República Dominicana en 1965; las dictaduras militares se extendieron en casi todo el continente para socavar la Revolución, con la aplicación de las políticas neoliberales y el consecuente desmontaje del estado desarrollista. [4]

Era lógico pensar que Cuba y todos sus aliados latinoamericanos, que creían y defendían el proyecto socialista, atacaran con dureza el gran programa de política exterior del Presidente Kennedy, quien murió asesinado en 1963. Era lógico pensar que su sucesor Lyndon B. Johnson no lo apoyaría con el mismo entusiasmo, más aún en 1967, cuando se sepultó para siempre la Alianza para el Progreso, ya el presidente sustituto de Kennedy había enviado, bajo el amparo cuestionado de la OEA, los marines americanos para detener el intento de revolución que se denomina “Guerra de Abril de 1965.” Seguimos con otro tema en la entrega de la próxima semana.

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[1] Salvador Allende, “Crítica a la Alianza para el Progreso. Discurso en la Universidad de Montevideo, 1967”, Archivos de Salvador Allende.
[2] Salvador Allende, “Crítica a la Alianza para el Progreso. El debate por el socialismo”, Revista Economía y Desarrollo, Volumen 149, número 1, enero-junio 2013, pp.139-157, Universidad de La
Habana.
[3] Ibidem, p. 146.
[4] Ibidem, p.150.

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