La ansiedad es la respuesta fisiológica y emocional de nervosidad, inquietud o preocupación que se siente con relación a estímulos percibidos como amenazantes, inseguros o peligrosos, algo que es completamente normal en el ser humano, explica la psicóloga, Annie Drouin, de centro Vida y Familia Ana Simó.De hecho, explica la psicóloga, sirve como sistema de alarma para la protección de peligros reales, además, es la base de la reacción de lucha o huida esencial para la regulación del estrés.
En ese sentido, la experta asegura que es bastante normal sentirse nervioso al momento de completar un examen o de tomar una decisión importante. No obstante, lo que la distingue de la ansiedad patológica es la intensidad y persistencia de sus síntomas, los cuales son difíciles de controlar y se vuelven crónicos o muy frecuente.
“La ansiedad se convierte en patológica cuando empieza a interferir o impactar en el funcionamiento normal de una persona (a nivel familiar, social, académico y profesional), también a afectar la capacidad en que ésta participa y a completa sus actividades de la vida diaria”, expone Drouin.
Dependiendo del tipo de ansiedad que el individuo padezca, Drouin sostiene que sus factores desencadenantes pueden ser múltiples o específicos a eventos, objetos o situaciones particulares. “Cualquier persona, independientemente de la edad, el género y el nivel socio-económico puede padecer de ansiedad”, dice.
Además, destaca que los científicos están de acuerdo en que no existe una sola causa para explicar la presencia de síntomas de ansiedad en una persona.
Durante años de investigación han determinado que la ansiedad puede resultar de una combinación de factores, incluyendo cambios a nivel del cerebro y del funcionamiento neuronal, una predisposición genética y estresantes ambientales, tales como traumas o eventos significativos.
Según Drouin, los síntomas varían en cada persona y dependen del tipo de ansiedad que el paciente padezca. Sin embargo, la gran mayoría de personas que la padecen experimentan indicios físicos, psicológicos y conductuales que incluyen: sentimientos de pánico, miedo e inquietud, problemas para dormir, manos o pies fríos o sudorosos, dificultad para respirar, palpitaciones del corazón, incapacidad para estar tranquilo, boca seca, entumecimiento u hormigueo en las manos o los pies, náusea, tensión muscular, mareo, diarrea o estreñimiento, aprensión, preocupación, miedo a perder el control, dificultad de concentración, sensación de pérdida de memoria, irritabilidad y desasosiego.
Afortunadamente, Drouin señala que existen diversas tratamientos para el afectado, y el tratamiento elegido dependerá del patrón de ansiedad y de su severidad. “Puede incluir la toma de medicaciones, cambios dietéticos y de estilo de vida, así como un seguimiento psicoterapéutico, el cual tiene por objetivo desarrollar habilidades que permiten manejar emociones negativas, incluyendo reconocer y cambiar patrones de pensamiento, así como comportamientos que conducen a esos sentimientos molestos de ansiedad”, especifica la psicóloga.
Consecuencias
La ansiedad es una enfermedad progresiva, que si no recibe tratamiento es probable que se vea a largo plazo una intensificación de sus síntomas, los cuales, poco a poco, pueden resultar en un empeoramiento funcional significativo y generalizado, hasta implicar el aislamiento social de la persona y la pérdida de empleo, indica Drouin.
También, el incremento de síntomas físicos de ansiedad puede conducir a un daño del estado de salud en general y al desarrollo de problemas de salud crónicos, tales como insuficiencia cardíaca congestiva, hipertensión y diabetes, menciona la psicóloga.
Las personas que padecen de ansiedad también corren mayor riesgo de desarrollar trastornos de salud mental coexistentes, como son la depresión, adicciones y abuso de sustancias, suicidio y conductas de autolesión, puntualiza la especialista.
Casos en los que se experimenta ansiedad
Según un documento emitido por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur, la ansiedad es una vivencia universal. La “normal” surge en respuesta a exigencias de la vida cotidiana, como tener que rendir en un examen, o ante una operación quirúrgica; frente a la amenaza de un despido laboral, o por el riesgo de reprobar un semestre académico, entre otras. En casos como los nombrados, la ansiedad opera como señal para buscar la adaptación, suele ser transitoria y la persona la percibe como nerviosismo y desasosiego. En una situación peligrosa con riesgo inminente de daño, la ansiedad puede alcanzar la intensidad del terror o del pánico, por ejemplo, en un accidente de tránsito, frente a un asalto o en medio de una catástrofe, como un terremoto. Pasado el período de exigencia o de peligro la persona vuelve a su condición basal. Si ante esto la ansiedad se hace persistente, intensa, autónoma con respecto a los estímulos medioambientales, desproporcionada a los eventos que la causan y generan conductas evitativas o retraimiento, los expertos la incluyen entre los trastornos mentales.
Controlada
La ansiedad controlada o normal es considerada por los especialistas como sana, ya que regula al organismo ante situaciones que reconoce como peligrosas.