Un chin de prudencia

La administración de Donald Trump ya mostró la primera actitud algo racional en medio de la polvareda global que ha levantado. “Los ciudadanos de las siete naciones de mayoría musulmana afectadas por el veto migratorio de D. Trump con residencia&#823

La administración de Donald Trump ya mostró la primera actitud algo racional en medio de la polvareda global que ha levantado. “Los ciudadanos de las siete naciones de mayoría musulmana afectadas por el veto migratorio de D. Trump con residencia legal permanente en Estados Unidos, no necesitarán un permiso especial para regresar. Los titulares de la famosa “Green card” podrán entrar y salir de EEUU cuando quieran pese a la orden ejecutiva antiinmigración”, declaró el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.

Un atisbo de luz y racionalidad ante el mundo incrédulo de los desaguisados. El más reciente la decisión de cerrar las puertas, indiscriminadamente a los ciudadanos de Irak, Siria, Irán, Somalia, Sudán, Libia y Yemén, de mayoría musulmana.

Habría que esperar también que morigere su insensatez frente a México, vecino con el cual Estados Unidos tiene una relación de interdependencia, que si bien ahora es favorable a México por efecto del Nafta, a lo más que podría aspirar sería a procurar una revisión en los términos del acuerdo, que también involucra a un tercer país, Canadá, la nación siempre cauta.

Un ápice de prudencia en Trump igual sería conveniente para bajar las tensiones innecesarias desatadas con la Unión Europea, la vieja aliada de EEUU, con la cual no solamente se presenta amenazante en el plano del intercambio económico, sino por el desprecio hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), clave en la correlación de fuerzas en esa zona desde los tiempos de la guerra fría, y siempre recelosa de una Rusia con renovada vocación expansiva.

De China ni hablar, sobre la cual ha cuestionado las relaciones “ventajosas” en el intercambio bilateral. El juego con Taiwán, con lo que ha puesto en entredicho la política de una sola China, y estimula recelos desde Pekín, igual constituye un elemento de incertidumbre. Es inevitable pensar en el impacto que tendría una política semejante en el estrecho de Taiwán.

Esa vocación a desestabilizarlo todo, incluido el orden económico global actual, tiene en vilo a la humanidad. Una dosis de prudencia, tan barata para un hombre tan rico, devolvería sosiego en todos los confines de la tierra.

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