Los cuentos de María Melo

Con el sugestivo título de La Señal acaba de salir a la luz pública la primera colección de cuentos de la escritora y psicóloga María Melo, una de esas exponentes de la nueva narrativa dominicana que, aunque de manera evidentemente desigual,…

Con el sugestivo título de La Señal acaba de salir a la luz pública la primera colección de cuentos de la escritora y psicóloga María Melo, una de esas exponentes de la nueva narrativa dominicana que, aunque de manera evidentemente desigual, representan un promisorio relevo generacional en las letras criollas, pese a las hostilidades de un medio que brinda pocos estímulos para la auténtica creación literaria, apegada a los intereses estrictamente artísticos y humanísticos.

Aunque la autora proviene del sur dominicano y en sus narraciones se percibe su paisaje agreste, azotado por huracanes y prolongadas sequías, el perfil de los personajes, hombres, mujeres, jóvenes y niños, tienen la hondura del alma humana esencialmente universal. Los sentimientos, que desde la antigüedad clásica hasta nuestros días han sido preocupación de pensadores como Aristóteles, Spinoza, Descartes y Carlos Castilla del Pino, por citar algunos, son descritos por Melo de forma descarnada, con una sencillez dramática que sin embargo se subordina a la estética literaria.

La señal trae como aperitivo un prólogo de Emilia Pereyra, periodista y escritora oriunda de Azua, quien valora en su colega de San Juan de la Maguana la capacidad para mantener en sus textos “la tensión desde el principio hasta el final, siguiendo las recomendaciones de notables maestros del cuento tradicional como Juan Bosch y Horacio Quiroga”.

La señal, relato que da título al libro, sale bautizado con una mención honorífica de los concursos de Casa de Teatro, pero no necesariamente debe resultarle al lector superior a La Castidad, Con el pie izquierdo, Cara o cruz, Eufemio, La Ventana, Adiós a Rita, El mercader, No era Fermín, La mecedora, La búsqueda y Bobi, este último la triste historia de un viejo perro abandonado como el Floreo de José Rijo.

Dentro de su austero afán vanguardista o experimentalista, la obra de Melo tiene de revolucionaria su interés por un mundo de valores renovados, propiciadores del entendimiento humano.

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