La diáspora china en el Caribe en el siglo XX

Kui, el dragón de una sola pata, tiene envidia del ciempiés.El ciempiés tiene envidia de la serpiente. La serpiente tiene envidia del viento.El viento tiene envidia del ojo.El ojo tiene envidia de la mente.

Kui, el dragón de una sola pata, tiene envidia del ciempiés.

El ciempiés tiene envidia de la serpiente. La serpiente tiene envidia del viento.

El viento tiene envidia del ojo.

El ojo tiene envidia de la mente.

Kui le dijo al ciempiés: controlo mi única pata con dificultad.

¿Cómo puedes controlar tú un centenar?

El ciempiés replicó: Yo no las controlo. Caen por todas partes como gotas de un escupitajo.

El ciempiés dijo a la serpiente: a pesar de todos los pies que tengo, no consigo
moverme tan rápidamente como lo haces tú sin tenerlos. ¿Cómo puede ser?

La serpiente replicó: “Tengo un deslizamiento natural que no puede ser cambiado. ¿Para que quiero yo pies?

La serpiente habló con el viento: Yo ondeo mi columna dorsal y me muevo de una manera física. Tú sin huesos, sin músculos, sin método soplas desde el Mar del Norte hasta el Océano del Sur. ¿Cómo consigues llegar hasta allí sin tener nada?

El viento respondió: Cierto, surjo del Mar del Norte y llego hasta el Océano del Sur. Pero cada ojo que me observa, cada ala que me utiliza, es superior a mí, a pesar de que yo puedo arrancar los más grandes árboles o derribar grandes edificios.

El verdadero conquistador es aquel que no es conquistado por la multitud de lo pequeño. Este conquistador es la mente. Pero sólo la mente del hombre sabio…”.

Grande y Pequeño, Chuang Tzu.

Las primeras décadas del siglo XX fueron bastante convulsionadas en China debido al peligro inminente que representaba la apetencia expansiva de Japón. Según Jacques Gernet, autor del libro El Mundo Chino [1] , la gran invasión japonesa y el bombardeo sin previo aviso de Shanghái en 1937 marcaron el principio del último período: El de la decadencia del régimen nacionalista y de la expansión del movimiento de resistencia al Japón. Con una importante ayuda recibida de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, las fuerzas nacionalistas lograron que Japón capitulara en agosto de 1945. Vencido el enemigo externo, afloraron entonces las diferencias entre los propios líderes chinos. Dos grandes posiciones ideológicas se enfrentaban: Por un lado los nacionalistas y por el otro los comunistas. Se desató la guerra civil al interior de China.

A mediados de 1947 el Ejército Rojo tomó la ofensiva en el noreste, y ya para 1948 los nacionalistas habían perdido más de 400,000 soldados. Las tropas comunistas habían entrado a Pekín, Cantón, Shanghái y Tianjin. Los nacionalistas, liderados por el presidente Chiang Kai Shek, tuvieron que refugiarse en la isla de Formosa, hoy Taiwán. Desde allí pudo resistir, gracias al apoyo de las naciones imperiales que enfrentaban el comunismo, como fue el caso de los norteamericanos. La guerra fría entraba en su apogeo y el conflicto con China era de gran interés para el occidente anti-comunista. Recapitulemos.
Entre 1919-1949, China era un verdadero caos. Japón y la Unión Soviética buscaban a toda costa el control de ese gran territorio de Asia. En ese período nacieron también dos movimientos políticos de importancia: el movimiento nacionalista, por un lado, y el movimiento comunista por el otro. Ambos grupos políticos estuvieron inicialmente aliados para derrocar al enemigo común: Japón. Finiquitado el control nipón en el territorio chino, iniciada también la Segunda Guerra Mundial, China era un escenario cruento de luchas internas y externas. Las fuerzas internas se enfrentaron. El comunismo guiado por Mao triunfó. Los nacionalistas fueron replegados, y finalmente tuvieron que huir a la isla de Formosa donde se asentaron y crearon la República de Taiwán.

En 1961 se produjo la escisión entre China y la Unión Soviética, a pesar de que el nuevo régimen tenía profundas influencias soviéticas. En China, a diferencia de sus maestros y guías, desde el inicio del triunfo de la revolución, se inició un proceso de adoctrinamiento de la población.

La China que inició a principios del siglo XX era extremadamente pobre. La agricultura, principal actividad económica, estaba sumida en el atraso técnico y la escasa productividad. A esta situación debe sumarse también las grandes catástrofes naturales: crecidas sorprendentes de los ríos Amarillo, el río Han y el Yangzi que provocaron grandes inundaciones de poblados enteros, y sus secuelas terribles de epidemias y hambrunas en millones de habitantes. Pero si las inundaciones hicieron estragos, también las sequías prolongadas tuvieron efectos desastrosos en la población. “La China de los años 1919 y 1949 es un país desmoralizado que ha perdido toda esperanza, un mundo en el que la piedad y la justicia carecen ya de sentido, en el que el horror es algo cotidiano…”[2].

La inestabilidad política, las constantes guerras y las catástrofes naturales ocurridas en China a partir de 1950 hicieron que el flujo migratorio hacia todas partes del mundo fuera casi escandaloso. Con la esperanza de un mundo mejor, millones de desamparados chinos eran enviados hacinados, en calidad casi de esclavos, a cualquier parte en barcazas inseguras. La emigración china hacia el mundo comenzó a finales del siglo XIX y se intensificó en las primeras cinco décadas del siglo XX. Se calcula que para 1940 las remesas de los chinos provenientes de esa parte del mundo superaban los US$644 millones. Para 1986 se calcula que había más de 50 millones de chinos en el sudeste asiático. Aunque en menor medida, los chinos también llegaron a otros continentes, pero fue América, mejor dicho, Estados Unidos, el destino más preciado por los chinos.

En siglo XX la migración en vez de disminuir aumentó de manera estrepitosa. Para 1930 se calcula que la migración china en Estados Unidos era de 74,954; diez años más tarde asciende a 77,504 personas y ya para 1950 esta cifra se duplicó. Se calcula que en esa fecha había 150,005 chinos. Se estima que dos años después, en 1952, llegaron a los Estados Unidos unos 27,502 chinos en calidad de refugiados y en 1960, la cifra llegó a más de un cuarto de millón [3]. Juan Hung Hui, un prestigioso académico de la Universidad de Chengchi en Taipéi, afirma en su obra “Chinos en América” que para 1988 existían más de 30 millones de chinos en el resto del mundo; de los cuales 2.2 millones estaban en América”.[4]

La migración china al Caribe tenía un claro objetivo: servir de trampolín para llegar hasta la tierra prometida de los Estados Unidos. Cuba, Puerto Rico o República Dominicana eran vistas como paradas necesarias para proseguir el trayecto hacia el destino final. Pero la realidad en la mayoría de los casos se impone a los deseos. Muchos de los migrantes chinos que llegaron tuvieron que quedarse en las islas, siempre con la esperanza de zarpar nuevamente para llegar a la tierra salvadora. En el Caribe la migración china fue bastante activa. En Jamaica la población china para 1990 era de unos 20,000 habitantes. Posee más de 1,000 empresas, 500 tiendas y más de 50 supermercados. Se calcula que la inversión total sobrepasa los US$2 mil millones. En Trinidad y Tobago se habla de más de 10,000 chinos que al igual que en los casos anteriores tienen grandes inversiones en el sector comercial. [5] l
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[1] Ibidem,p.559.
[2] Jacques Genet, El mundo
chino, Barcelona, Editorial Crítica, 1991, p. 537.
[3] Juan Hung Hui, Chinos en
América, Madrid, Editorial
MAPFRE, 1992.
[4] Ibidem, p. 12.
[5] Juan Hung Hui, Chinos en
América, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992.

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