Próximo 20 de enero, Donald Trump asumirá la presidencia de la economía más grande del mundo. El discurso y las propuestas económicas que el candidato del Partido Republicano lanzó durante la campaña electoral, al distanciarse significativamente de la corriente de apertura y globalización que ha servido de fundamento al diseño de las políticas públicas en todo el mundo durante más de tres décadas, han elevado el nivel de incertidumbre sobre las señales que deberíamos esperar en el corto plazo de la principal economía del mundo.
La mayoría de los analistas económicos han centrado la preocupación en el aparente renacimiento de políticas proteccionistas en los Estados Unidos bajo la sombrilla del “fair-trade” (comercio justo) en contraposición al “free-trade” (libre comercio). El inminente retiro de Estados Unidos del no vigente Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), la promesa de renegociar el NAFTA con México y Canadá, el anuncio del establecimiento de aranceles de hasta un 35% para las importaciones llegadas a EUA de productos manufacturados por empresas norteamericanas que se trasladaron al exterior aprovechando las ventajas salariales en otras geografías, la designación de China como país manipulador de moneda para obtener ventajas en el comercio, y la identificación y finalización de todos los abusos en el comercio practicados por socios comerciales de EUA, han llevado a muchos gobiernos extranjeros, economistas y analistas políticos a pensar que es posible el regreso del proteccionismo.
Particularmente, no perdería mucho tiempo en ese capítulo del Trumponomics. Me atrevería a postular que el 80% de todo lo que compran y consumen quienes votaron por Trump el pasado 8 de noviembre, es o tiene un alto componente importado. Encarecer esos productos estableciendo aranceles o fijando tarifas anti-dumping exageradas, generaría un aumento en el costo de la vida y desaceleraría el crecimiento económico, dos resultados que no agradarían al presidente y el Congreso republicanos. El retiro del TPP parecería seguro, pero la renegociación del NAFTA, por ejemplo, necesitaría largas y prolongadas discusiones en el Congreso norteamericano y aun dentro del propio Partido Republicano, pues ha sido ese partido el principal abanderado del libre comercio. Muchos representantes y senadores republicanos no piensan igual que el presidente electo en materia de comercio exterior.
Donde si piensan parecido y deberíamos todos prestar atención por las implicaciones que podría tener en la economía mundial es en la ambiciosa propuesta de reforma impositiva que tanto el presidente electo como los representantes del Partido Republicano dieron a conocer durante la campaña electoral. A partir del 20 de enero del 2017, el Partido Republicano, además de controlar el Ejecutivo, tendrá la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes; pocos meses después, dominará la Corte Suprema de Justicia. Si el presidente Trump y los representantes republicanos llegan a un acuerdo temprano sobre la reforma impositiva, esta podría estar aprobada antes de junio del 2017.
Trump y los republicanos coinciden en reducir las 7 tasas del impuesto sobre la renta de las personas físicas (ISRPF) a sólo 3 (12%, 25% y 33%), aunque tienen diferencias sobre los valores de las rentas en cada tramo. Trump, por ejemplo, propone que el 33% grave los ingresos por encima de US$112,500 al año mientras que los representantes republicanos sugieren que esa tasa aplique para ingresos superiores a US$190,150.
Trump propone reducir la tasa marginal máxima sobre ganancia de capital e ingresos de dividendos de 23.8% a 20% mientras que los representantes republicanos aspiran una reducción mayor, llevándola a 16.5%. En el caso de los ingresos de intereses, Trump propone que del nivel actual de 43.8% pasen a pagar la tasa marginal máxima del ISRPF de 33% que ha propuesto para el ISRPF; los representantes republicanos desean darle el mismo tratamiento que a las ganancias de capital y a los dividendos, 16.5%. Ambos, Trump y los legisladores republicanos han propuesto elevar el deducible anual por individuo de US$6,300 a US$15,000 y US$12,000, respectivamente.
La propuesta de reforma de mayor impacto es la reducción de la tasa de impuesto sobre la renta de las empresas (tasa corporativa) del 35% vigente al 15% que propone Trump o al 20% que sugieren los republicanos. Para el caso de los beneficios que obtengan en el exterior las empresas norteamericanas, Trump ha propuesto que se graven con la misma tasa del 15% si los beneficios se obtienen en años post-reforma y 10% si estos se obtuvieron en años previos a la reforma. Los representantes republicanos son más flexibles todavía, y proponen la creación de un sistema impositivo completamente territorial que exceptúa el 100% de los dividendos provenientes de subsidiarias en el exterior (tasa de 0%) y establece una tasa de 8.75% para los obtenidos y retenidos en el exterior previos a la reforma.
La propuesta de Trump, en este aspecto, es más sensata y consistente. Ambas persiguen estimular a las empresas norteamericanas que al final del 2015 tenían beneficios parqueados en el extranjero por 2.43 trillones de dólares evitando tributar la tasa de 35% que establece el actual sistema impositivo. Tanto Trump como los representantes republicanos quieren que esa base tributaria ingrese al país y por eso, actuando con sensatez, proponen bajar la tasa de 35% a 10% y 8.75%, respectivamente. Trump necesita esas recaudaciones para lanzar su ambicioso programa de modernización de la infraestructura física de EUA y crear oportunidades de empleos para muchos de los trabajadores de clase media de ese país que han sido desplazados por el libre comercio e inmigrantes dispuestos a trabajar por salarios más bajos.
Como se puede observar, la distancia entre las dos propuestas no resulta insalvable. Un acuerdo entre el Ejecutivo y el Legislativo, controlados ambos por el mismo partido, tiene una alta probabilidad de materializarse. Con la mayoría congresual, la reforma sería inminente.
¿Importa esto para nosotros? Pienso que mucho más que los temores del fantasma del proteccionismo. Más del 20% de las empresas de inversión extranjera radicadas en nuestro país son norteamericanas. Una tasa corporativa de 15% como la que ha propuesto el presidente electo Trump estaría muy por debajo de la tasa del 27% que tenemos aquí. Esta diferencia tan marcada estimularía el surgimiento de prácticas de erosión de base tributaria y traslado de beneficios generados en República Dominicana hacia EUA, pues al tributar allá una tasa cercana a la mitad de la que tributarían aquí las empresas norteamericanas, la rentabilidad después de impuestos aumentaría si a través de precios de transferencias estas empresas pudiesen reducir su base de tributación en el país y trasladar los beneficios a su casa matriz o a empresas relacionadas en los EUA. En consecuencia, la DGII deberá fortalecer la capacidad institucional en el ámbito de precios de transferencias y operaciones BEPS (Base Erosion and Profit Shifting).
El otro aspecto a tener en cuenta es que las propuestas impositivas de Trump y los republicanos, en un escenario estático, producirían una significativa baja de ingresos, aumentos del déficit fiscal y mayores requerimientos de financiamiento. Aún asumiendo una duplicación del crecimiento económico, las recaudaciones bajarían. El mayor déficit federal llevaría a la FED a adoptar una pose monetaria menos flexible, abriendo el camino a aumentos de las tasas de interés. Las colocaciones de bonos que tendría que hacer el Gobierno dominicano en el mediano plazo para financiar su déficit y hacer el “rollover” de su deuda, posiblemente no podrían hacerse a las bajas tasas de los últimos años. Vamos a requerir, en consecuencia, de un aumento adicional en el superávit primario para poder hacer frente a la creciente carga de intereses de la deuda pública. l
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