La democracia dominicana y encrucijada popular

I.- Demandas insatisfechas e imposibilidad de satisfacerlas1.- En el curso de un encuentro efectuado recientemente en la ciudad de Santiago de los Caballeros, al que asistí en condición de invitado, un contertulio prominente…

I.- Demandas insatisfechas e imposibilidad de satisfacerlas

1.- En el curso de un encuentro efectuado recientemente en la ciudad de Santiago de los Caballeros, al que asistí en condición de invitado, un contertulio prominente dirigente del Partido de la Liberación Dominicana, hizo una amplia exposición política la que concluyó diciendo que la lucha actual de nuestro pueblo ya no es por la democracia política, sino económica y social.

2.- Aproveché la ocasión para decirle al expositor que su opinión había que combinarla con la situación de su partido actualmente en el gobierno, y la posición de los partidos tradicionales que le hacen oposición, porque no basta saber cuál es el problema, sino buscarle la solución que más conviene a los afectados.

3.- No se discute el estado de pobreza que padece una gran parte de la población dominicana; sus privaciones son notorias; está desprovista de lo más elemental para una vida digna; las dificultades la convierten en una comunidad llena de penurias, indigente.

4.- Una cosa es reconocer la pobretería del pueblo dominicano, y otra, muy distinta, estar en disposición de erradicarla. La infelicidad, el pobrismo que lesiona a las masas populares del país no se elimina por obra y gracia del espíritu santo, sino por la lucha tesonera dirigida contra aquellos que están comprometidos con el desvalimiento que las aqueja.

5.- En la coyuntura política y social que vive hoy nuestro país, el PLD, no está en capacidad de darle al pueblo respuesta positiva de sus reclamos, porque las medidas que se requieren están fuera del modelo actual que el peledeísmo sostiene y mantiene y que, en lugar de abundancia, crea penurias.

6.- El deseo de las masas trabajadoras que permanecen apuradas, en estado de desamparo, está muy alejado de las medidas reformistas y burocráticas que aplica el gobierno del PLD. Para una transformación que elimine lo que crea menesterosos se impone un cambio que debe ser la obra de quienes creen que la forma como se maneja la economía actualmente no resuelve problemas sociales.

7.- Es bueno precisar que si es cierto que el PLD y su gobierno no puede satisfacer las necesidades materiales y espirituales del pueblo, en igual situación se encuentran los partidos tradicionales que están ahora fuera de la repartición del presupuesto de la nación. Los necesitados, los de abajo, los oprimidos no tienen nada que buscar al lado de las organizaciones que se mueven en procura de sustituir a los actuales para ocupar su lugar, y luego hacer lo mismo.

8.- Lo único que hace posible un cambio satisfactorio para lo que en verdad se llama pueblo dominicano, es el accionar en nuestro medio político de un instrumento político que aplique métodos de lucha que choquen con el sistema. La semejanza de actuaciones entre iguales no genera cambios, sino conciliábulos, conciliaciones para paralizar, no para avanzar.

II.- Partidos sin desavenencias

9.- Las organizaciones políticas que se identifican con el sistema social imperante en el país, son iguales; sólo se diferencian en los símbolos de sus boletas electorales y los colores que adoptan. En esencia responden a los mismos fines que es el mantenimiento del status quo, de ahí que entre ellas no existe ni puede existir conflicto de fondo, sino de forma.

10.- La concordancia crea el encuentro que facilita el acuerdo a los fines perseguidos, aunque en apariencia expresen desacuerdo o discrepancia. En política se comprueba la lucha social no en las diferencias de detalles, sino en las desavenencias de fondo.

11.- Al sistema, y a los partidos que son su expresión política, le interesa la calma social, jamás que sea estimulada; la excitación de los oprimidos altera las pretensiones de aquellos que se benefician de la politiquería esperanzadora que sirve para consolar, pero nada aporta a la liberación.

12.- Por más que el gobierno del PLD apriete la tuerca al pueblo, las masas continuarán bajo un calmante, sedadas, anestesiadas por la política conciliadora de los partidos del sistema que le hacen oposición al régimen. La política de habituarse a cogerlo suave hace perdurar el reposo miserable de los que requieren de cambios alterando el orden establecido.

13.- A un sistema social fundamentado en la desigualdad, le interesa que los marginados de la sociedad permanezcan aquietados, sosegados; que acepten la opresión algo relajados, totalmente aplacados; y quienes mejor contribuyen a hacer labor tranquilizadora son los partidos que se nutren de las boronas que deja caer el orden establecido.

14.- Por más bulla que haga la oposición tradicional al PLD, el pueblo no alcanzará lo que necesita para salir del estado en que se encuentra. El accionar social no obtiene triunfos con alborotos, jolgorios ni jaleos. Se necesita que los de abajo se hagan sentir con su movilización consciente, dirigida a probar su fuerza ante el poder.

III.- Ante una encrucijada, buscar alternativas

15.- Las grandes mayorías nacionales se encuentran en estos momentos en una encrucijada para la solución de sus más acuciantes problemas económicos y sociales, partiendo de la correlación de fuerzas políticas organizadas que inciden en el ambiente político nacional.

16.- El dilema resulta de que las organizaciones con más peso político en la conciencia de las masas populares no están en condiciones de darles respuesta a lo que necesitan y reclaman para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales.

17.- Los hombres y mujeres del pueblo que sufren el peso del sistema que les oprime, están bajo el control político e ideológico del partido que está en el gobierno y de los que a éste hacen oposición.

18.- Para salir del atolladero en el que se encuentran las masas desposeídas, necesariamente tienen que romper, liberarse del control que sobre ellas mantiene y han mantenido desde siempre los partidos tradicionales, que son los mismos que han controlado el Estado dominicano desde la desaparición física de Trujillo.

19.- Ciertamente que no les será fácil a los desposeídos de la sociedad dominicana acabar, eliminar las trabas que impiden su felicidad, porque el accionar político es algo complejo, y mucho más para aquellos que han vivido oprimidos; han permanecido durante años y años marginados de los conocimientos, impedidos de la comprensión para vencer obstáculos y tener acceso al poder.

20.- La vida práctica diaria debe servirle al pueblo dominicano para que recapacite; reflexione de lo que ha sido su participación al lado de los partidos tradicionales del sistema, los cuales sólo lo han utilizado como palanca para alcanzar el gobierno. Procede que medite, decida repensar lo que ha sido la causa de su desgracia, infelicidad e infortunio.

21. Sin mucho esfuerzo se advierte que atraso, ignorancia y rezago están íntimamente ligados a los partidos que al pueblo han prometido adelanto, progreso y desarrollo. Pero la materialidad nos está dando en la cara, porque lo que estamos viendo es demora en la abundancia, retardamiento en la felicidad, hundimiento de la esperanza, alargamiento de una esperada liberación y dilatación de lo que siempre se anticipa de que llegará y no llega: la vida digna para la mayoría del pueblo.

22.-El pueblo dominicano debe tomar conciencia de que el resultado, el producto de su estado de infelicidad; la trascendencia, la consecuencia de sus males es sistémica, y que los partidos identificados con el sistema, sin distinguir entre el que está en el poder o los que están en la oposición, no pueden, están impedidos de acabar con las lacras inherentes al ordenamiento económico que padecemos.

23.- La lucha política y social en cualquier escenario precisa de mujeres y hombres consagrados a la lucha, dedicados a combatir las injusticias, entregados a las mejores causas. Solamente los coherentes, los firmes en sus convicciones, están llamados a alcanzar, materializar las demandas de los que sufren, de los que golpeados por un sistema ya agotado, como el que languidece en nuestro país.

24.- Nuestro pueblo, en el curso de su dura batalla a librar contra sus adversarios, está obligado a buscar una opción partidaria diferente a la de los que lo han gobernado hasta ahora, las cuales han demostrado ser, en esencia, de la misma factura. La elección que haga debe llevarlo a una decisión certera para que no siga siendo víctima de partidos que se le presentan como antagonistas, pero en el fondo son aliados.

25.- El embrollo en el que las organizaciones políticas del sistema han metido a la gran mayoría de nuestro pueblo, sólo puede desenvolverse con una dirección política correcta, dispuesta a acabar con el revoltillo politiquero en el que nos encontramos hoy, causado por los que sólo se acercan al pueblo para llevarlo de chanchullo en chanchullo; sacándolo de una trapacería para entrarlo en una morondanga, en fin, han procurado colocar a las masas desposeídas en un callejón sin salida, manteniéndolas en apuro, en un impasse para su liberación social y económica.

26.- Aquellos que están en la actividad política desde los partidos del sistema, pueden ser los más inteligentes y honorables, pero no están en condiciones de guiar al pueblo dominicano a la conquista del poder para realizar los cambios que requiere la mayoría de la población dominicana. Engatusar es obra de politiqueros, no de activistas para vencer las injusticias y construir un nuevo país en el cual se eleve el trabajo y se censure la haraganería, suba la honradez y descienda el robo, sobresalga el digno y sea despreciado el malvado.

27.- Finalmente, la democracia con sabor a pueblo debe tener fundamentos en lo económico y social, pues de lo contrario carece de sentido para los que en cada país representan las mayorías que son, en fin de cuentas, las que dan existencia real a un gobierno de contenido democrático. La democracia no es un concepto abstracto, sino objetivo, clasista; encierra intereses de clases sociales; y los partidos del sistema que la levantan defienden una democracia específica que se alimenta del orden establecido.

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