A Margarita Cedeño de Fernández, la vicepresidenta de la República, se la quieren comer viva por su llamado sincero a la diáspora dominicana residente en los Estados Unidos, para que defiendan sus intereses votando por la candidata demócrata Hillary Clinton en lugar del magnate republicano Donald Trump.
Ácidas críticas y cañonazos verbales le llueven desde el mismo Palacio Presidencial. Pero no son más que la expresión ultraconservadora y pusilánime que, sutilmente, invoca una tonta “razón de estado”, ignorante de la historia, en la que de adoptar los dominicanos y los demás hispanos una posición indiferente tendría graves repercusiones en los días por venir.
De ganar los comicios Hillary la política estadounidense con respecto a nuestra media isla continuaría prácticamente igual, pero con el ascenso de Trump sería negativa; quizá no entra el mar.
La llegada de Trump significaría un retroceso de por lo menos dos décadas en cuanto a los avances logrados por la inmigración de los países pobres, entre ellos el conglomerado del Caribe. En vez de un salto de garrocha, daríamos un brinco al vacío.
Deportaciones al granel y por cualquier quítame esta paja, además de los asesinatos policiales contra negros y civiles a manos de policías, con Trump en la Casa Blanca, se cuadruplicarían. El ego de supremacía blanca vengaría con creces los ocho años de Barack Obama en el despacho oval.
Donald Trump, por su discurso intolerante, la misoginia, el atropello comprobado a la mujer, representaría el resurgir del nazismo y del estalinismo en un mundo ávido de comprensión y verdadero acuerdo con el desarrollo y la paz social.
Es probable que el fuego graneado a que ahora se ve sometida Margarita Cedeño de Fernández sea el ingrediente que le faltara para, a los ojos de la población dominicana, erigirse en una figura digna de ser votada y con reales posibilidades como opción para la Presidencia de la República.
El país esta cansado de tanto servilismo, disfrazado de falsa prudencia política; los dominicanos requieren, aunque sea como este franco pronunciamiento de la vicepresidenta, una pequeña dosis de heroísmo.¡P’alante Margarita!
