Ambos pertenecen a parcelas distintas, pero encuentran un punto común en un sinnúmero de situaciones que reflejan más que la simple cordialidad que debe existir entre un ex y el actual mandamás de la llamada “Casa Grande”, ubicada en la Doctor Delgado con México.
El presidente Danilo Medina e Hipólito Mejía se llevan mejor de lo que cualquiera cree.
Han coincidido en un variopinto de actividades, donde abundan las pruebas de un trato que sobrepasa lo establecido en el protocolo. Medina goza con las ocurrencias de Mejía, dueño de un sentido del humor bien amplio que en ocasiones supera las expectativas de todo el que se encuentra ante un hombre que alcanzó la principal magistratura de la nación.
Las risas de Medina no se ven tan a menudo. Ha demostrado un alto sentido de sencillez en su proceder, saltando charcos, visitando zonas nunca antes pisadas por un jefe del Ejecutivo, pero es un hombre muy circunspecto, que llega a las actividades con una actitud de “manos a la obra” y no es muy dado al lado social.
Pero con Hipólito es otra cosa, como el famoso concierto de Olga Lara en la década de los ‘80. Es algo parecido al efecto que tenía Cuquín Victoria con el finado Freddy Beras Goico: sabe tocar el botón que pone en marcha sus carcajadas. Valga el aclarando: las risotadas del entorno de Danilo tampoco se hacen esperar, el efecto es abrumador.
Han sido comensales en varios momentos, tal y como sucedió el pasado fin de semana en Rancho Arriba, San José de Ocoa, donde ocuparon asientos en la mesa de honor. Esta vez hicieron un recorrido junto al anfitrión de la actividad, el empresario cafetalero Rafael Perelló, y el almuerzo fue en un área privada.
De hecho, en una oportunidad Medina visitó a Mejía en su residencia del sector La Julia, en la ciudad capital, y el dueño de casa se lució con una mesa opípara cuyos registros fotográficos asombran a pesar de los años de dicha reunión.
Sentarse con un presidente no es tan fácil como parece. La seguridad es exigente y es poco probable, por no decir imposible, que le pongan al lado a quien no sea de su agrado.
Criterios parecidos
Medina y Mejía también bailan al mismo ritmo en otros escenarios.
Ambos son puntuales como el más famoso de los relojes suizos, guardan el fino detalle de llamar a las personas por sus respectivos nombres, a diferencia de utilizar una coletilla para no equivocarse, el campo es un punto principal de sus agendas y, por igual, mantienen el equilibrio con aquellos que son relacionados con los dos sin la necesidad de imponerles ideología ni directrices que dañen ese vínculo.
Hipólito, en plena campaña electoral, tuvo elogios para Medina, algo que nadie esperaba y que jamás se ha visto con el expresidente Leonel Fernández, a quien el “Guapo de Gurabo” nunca le tira “cambio de velocidad”, la mayoría de veces son rectas duras y pegadas.
Para Medina Sánchez y Mejía Domínguez el fragor de campañas electorales se queda en un momento de calentura que termina en el depósito reservado para “las palabras que se lleva el viento”. No más, no menos.
Están 1-1 en enfrentamientos por la llamada “Silla de Alfileres”: Hipólito le derrotó en la contienda del año 2000. Danilo fue el vencedor en el 2012, cuando Mejía no estuvo de acuerdo con el manejo de la Junta Central Electoral.
Y, aunque no hay registro de que le reconociera la victoria a Medina, ambos se tratan con el cariño del que guarda poco y valora más.
Se entienden mucho mejor de lo que cualquiera piensa y cree.