No hay nada más fiero que una mujer defendiendo a su hijo. Y la historia viva de Odalis es ejemplo. Aguantó los golpes de su pareja durante dos años, hasta que el verdugo le tomó a su niño, el hijo de ambos. Al pequeño de cinco años casi le revienta un ojo y con ese golpe, el hombre terminó por definir la vida de Odalis.
Ella dejó su natal El Salvador, cruzó dos fronteras y llegó a McAllen, Texas, Estados Unidos. Un mes de viaje sin documentos para terminar en tierra norteamericana y enfrentarse a un juicio que puede decidir si rehace su vida con los suyos en el norte o si vuelve al infierno del que escapó.
El testimonio de Odalis deja al descubierto cómo un hombre abusador tambalea la vida de una mujer y cómo la falta de garantías, con la violencia y poca institucionalidad que caracterizan los países de Latinoamérica, pueden orquestarse para que no crezca señal alguna de confianza y seguridad, de manera especial hacia las autoridades. Ella cuenta que por miedo a la complicidad de las bandas con policías no pudo traer pruebas de su maltrato a Estados Unidos. “Y tampoco pude denunciar porque allá están las pandillas. Él por vengarse de mí le puede decir a uno de la pandilla ¡mátenla! y ya”.
En 2014, el grupo Washington Office on Latin America (WOLA) hizo un estudio de campo en la frontera de Guatemala, titulado “La otra frontera de México”. Allí encontraron un “agudo incremento de la migración” desde los países centroamericanos de Guatemala, El Salvador y Honduras. “Autoridades y personal de albergues para migrantes están percibiendo un dramático aumento del número de mujeres, niños y familias que se dirigen a los Estados Unidos”, explicaba. Y los datos de Patrulla Fronteriza estadounidense así lo demostraban: la detención de menores pasó de 35,209, detenciones en 2013 a 66,127 hasta octubre del 2014.
Pero WOLA también sacaba otro dato interesante: entre las razones de salidas de estas personas estaba “uno de los peores índices de violencia criminal a nivel mundial, incluyendo niveles intolerables de homicidios, extorsión, abuso y reclutamiento por parte de pandillas callejeras”. En ese viaje que hizo WOLA a la frontera entre México y Guatemala, detallaba que casi ningún migrante entre sus motivos de viaje mencionaba la disminución de la seguridad fronteriza o los cambios en las políticas migratoria de Estados Unidos.
Los 22 años de experiencia que tiene la directora del Centro Madre Asunta para la atención de mujeres migrantes, Mary Galván, le dan propiedad para contar las razones que han llevado a las mujeres a salir de sus países. Antes, en sus primeros años de labor, la causa que movía a mujeres era la pobreza. Y escuchó testimonios de mujeres que no había advertencia alguna que las convenciera de no seguir su camino hacia Estados Unidos. “Me decían ‘si me quedo en México voy a esperar sentada la muerte, porque a mis hijos les tengo que contar las tortillas que se comen. Si voy a Estados Unidos probablemente pueda morir en el desierto o la montaña, pero voy a morir en un intento por sobrevivir’”, recuerda.
Ahora las razones han cambiado, según explica la directora de este centro, el más viejo de atención a la mujer indocumentada de Tijuana. Aunque también continúan viajando a Estados Unidos en búsqueda de mejora económica, hay otro grupo de desplazados por violencia. “Hay gente que trata de proteger a sus hijos porque los grupos armados en sus lugares de origen tratan de meterlos a esos mundos. Son madres que tratan de proteger a sus hijos”, dice Galván, que fue entrevistada en el albergue para mujeres en Tijuana.
La travesía de la salvadoreña
Odalis pasó la frontera de su país y Guatemala escondida en un baño de un bus junto a otras 10 personas. “Al niño me lo levantaron así para arriba (mueve sus manos de su cintura a la cabeza) porque era el único niño y me lo levantaron así porque no alcanzamos aire. Duramos una hora dentro del baño mientras cruzábamos la frontera”, cuenta.
Cuando esta salvadoreña hizo el viaje entre marzo y abril pasado, recuerda que en la balsa con la que cruzó río Bravo estaban ella, su hijo, otra muchacha con su niña y otros cuatro menores de edad, “que venían solos y tenían 14, 12 y otros dos niños como de seis años”. El 2014 fue el tiempo en que la migración mostró su rostro infantil. Y las estadísticas de este año parecen que casi se igualarán. Así lo estimó el congresista demócrata por Texas, Henrry Cuellar: “Las cifras de lo que estamos viendo (sobre niños) será algo cerca a lo que vimos en 2014, no totalmente, pero algo cerca”.
Recientemente, Estados Unidos inyectó 150 millones de dólares para ayuda a Centroamérica. Un monto que Cuellar espera pueda impactar de manera positiva estos países, al punto de que la necesidad de cruzar disminuya. Y Cuellar lo dice por la experiencia que haber invertido 80 millones de dólares en la seguridad fronteriza de México y Guatemala. “En seis meses ellos pararon más personas de Centroamérica que nosotros. La lección es que tenemos que trabajar con los amigos en el sur también… Esperamos que el dinero que pusimos en Centroamérica tenga un impacto, porque si tienen miedo de la violencia seguirán aquí”.
¿Quiénes son mayoría en cortes de inmigración?
Los indocumentados sorprendidos cruzando la frontera estadounidense tienen un caso abierto en las cortes de inmigración, esas que este año rompieron el récord de pendientes en los últimos 16 años, con una cifra de 489,747 casos hasta abril, según informes del Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC). El 74% de los litigios judiciales pendientes en Los Ángeles (Estado fronterizo de California) lo agrupan nacionales de México, El Salvador, Guatemala y Honduras. Y en Houston (Texas), de 38,726 casos pendientes, el 88% está agrupado en estos mismos países, con El Salvador a la cabeza (12,475 con 32%), seguida de Honduras (26% y 10,151). Estos datos reafirman esa idea de que México, tal y como Odalis lo demuestra, es un puente para llegar al norte.
TRAC, organización dedicada a la investigación en la Universidad de Siracusa, explica que Texas, Estado donde fue capturada Odalis tratando de cruzar, es el que encabeza las órdenes de expulsión de la nación con 10,102 dictadas sólo en este año, más de una quinta parte (22.9%) del total.
Este trabajo fue realizado con apoyo de la
International Women´s Media Foundation (IWMF)