Panorama antagónico

Es indiscutible que los eventos climáticos generan efectos diversos en distintas zonas del planeta: el pasado año el fenómeno El Niño causó una extrema sequía en Centroamérica, el Caribe y el oeste de Estados Unidos; sin embargo, inundó con…

Es indiscutible que los eventos climáticos generan efectos diversos en distintas zonas del planeta: el pasado año el fenómeno El Niño causó una extrema sequía en Centroamérica, el Caribe y el oeste de Estados Unidos; sin embargo, inundó con torrenciales precipitaciones a Suramérica, el este de Europa y parte de Asia.

Esto es una clara evidencia de que el planeta está conectado tanto por la atmósfera como por los océanos y de que lo sucedido en una zona determinada se refleja en otra más distante.

Durante los primeros días de junio, se registró un enfriamiento en las costas del Pacífico ecuatorial tan significativo que ha motivado a los expertos a identificar las incipientes señales de que el fenómeno de La Niña está cerca de desarrollarse. Es la misma zona que se calienta sobremanera cuando el fenómeno El Niño está latente del otro lado del continente.

Las proyecciones para este año es que La Niña se sienta fuertemente en el Caribe con abundantes lluvias y el aumento de las tormentas en esta zona del Atlántico.
Pero hay otro dato que causa preocupación: este jueves 9 de junio los termómetros de Nuuk, la capital de Groenlandia, marcaron 24 grados centígrados, la temperatura más alta jamás registrada en ese país ártico durante el mes de junio. Incluso, en ese momento estaba más caliente que en la ciudad de Nueva York, donde la temperatura fue de 21 grados.

Esto no sucedía en Groenlandia desde el 15 de junio de 2014, cuando la medición alcanzó 23 grados Celsius. En el último año, las temperaturas en el Ártico se han disparado excepcionalmente concentrando en el Hemisferio Norte del planeta los más altos indicadores.

Por tal razón el hielo de Groenlandia empezó a derretirse más temprano de lo normal, en el mes de abril. Con este panorama antagónico, el Atlántico podría registrar un incremento en el nivel de sus aguas mucho antes de lo estimado.

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