Orián, Haití. Las zanahorias y las papas que cultiva Carole Joseph están secas. Ya no le quedan pollos a la familia. La mujer vendió primero sus pocas herramientas y luego la cama de madera donde dormían ella y sus hijos para comprar comida. La familia ahora duerme en el piso de su casucha.
Lo único que le queda son las cacerolas que usa para cocinar sobre fogatas… cuando hay algo para comer.
Esta mujer de 28 años, con cuatro hijos, es parte de las 1.5 millones de personas que no comen bien por una sequía de años que arruina las cosechas de su pequeño poblado de la montaña y de otras regiones del país.
“Comemos y bebemos algo todos los días, pero nunca lo suficiente como para recuperar las fuerzas. Ya no sé qué hacer”, expresó Joseph con voz ronca mientras acunaba a sus mellizos, cuyos cabellos quebradizos y amarillentos son signo de malnutrición.
En los últimos tres años ha habido una feroz sequía que ha agravado la miseria de numerosos haitianos que ya vivían en la pobreza absoluta. Las cosechas del año pasado fueron las peores en 35 años, en un país en el que más de dos tercios de su población vive de la agricultura, y que a menudo usa herramientas arcaicas.
Muchos haitianos se van a dormir hambrientos y están acostumbrados a las privaciones y a los desastres naturales. Pero el impacto de esta sequía ha sido tan severo que el país enfrenta una “inseguridad alimenticia sin precedentes”, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
La sequía se intensificó el último año por El Niño, un fenómeno que ha estado alterando los patrones climáticos en todo el mundo y que ha producido sequías en América Latina y el Caribe. Cuba sufrió su peor sequía en más de un siglo en el 2015 y en Puerto Rico y otros sitios se ha racionado el agua.
Pero hay pocos sitios más vulnerables que Haití, donde 3.6 de sus 10.4 millones de habitantes no consumen el mínimo de calorías diario, de acuerdo con el Programa Alimenticio Mundial de la ONU. De ellos, 1.5 millones necesitan ayuda urgente porque están tan mal alimentados que se debilitan.
“Esta sequía es muy peligrosa. La presión sobre la gente va en aumento”, dijo el economista haitiano Kesner Pharel, quien acotó que los alimentos se llevan más de la mitad del ingreso promedio de una familia en Haití.
Pharel dijo que la producción agrícola se ha contraído tanto en los dos últimos años que el 70% de lo que consume Haití es importado. Antes se importaba el 50%. A medida que merma la producción de alimentos, se desvaloriza la moneda local, lo que hace que los costos de los productos importados aumenten.
Las autoridades dicen que cada vez más familias de zonas rurales se ven obligadas a emigrar a las ciudades. Al no contar con las suficientes calorías, por otro lado, los niños son más vulnerables a infecciones, incluida sarampión.
La situación es cada vez más insostenible
Wendy Bigham, directora local del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, dice que muchas familias campesinas han estado consumiendo las semillas para sus cultivos, pidiendo préstamos y vendiendo sus posesiones, como ganado y herramientas, para poder comprar comida. Con el correr del tiempo, la situación se hace cada vez más insostenible. La ONU intenta recaudar 84 millones de dólares en donaciones para distribuir efectivo y comida.