El comercio se “desenvuelve” entre rejas

Ante el azote de la delincuencia que ha derramado la sangre de comerciantes en su propio lugar de trabajo, crece una modalidad de protección que obliga a comercializar entre las rejas. Las cámaras de seguridad y las armas de fuego como…

Ante el azote de la delincuencia que ha derramado la sangre de comerciantes en su propio lugar de trabajo, crece una modalidad de protección que obliga a comercializar entre las rejas.

Las cámaras de seguridad y las armas de fuego como mecanismo de defensa no resultan suficientes para salvaguardar los bienes que muchos han conseguido a puro esfuerzo. Desde décadas, la sociedad dominicana ha “puesto candado a su casa”, pero en los últimos años, negocios de distintas índoles que dinamizan la actividad económica en diferentes sectores de la capital han incorporado el mecanismo de instalación de barrotes de hierro.

La relación de vendedor comerciante en una empresa maderera, ubicada en Pantoja, Los Alcarrizos, se hace distante, ya que la visibilidad de la persona que acude a pagar el producto que ofrece la compañía es estorbada por vidrios oscuros y barras de hierro, que solo permiten pasar con dificultad la factura de pago y realizar el intercambio de dinero.

Sentir una pistola en su espalda y una voz que susurraba “si no me das todo el dinero te mato”, incidió en que la administración adoptara la medida que los encierra en su propia empresa.

En dicho sector es frecuente encontrar farmacias, bancas de loterías, colmados, repuestos, entre otros negocios enverjados. Alguno toman la decisión cansados de ser presa fácil de delincuentes; otros, luchan por no serlo.

Modalidad brinda seguridad

La farmacia RM, tampoco escapó. Según narra su propietario, Roberto María, su negocio fue blanco de atracos por cuatro ocasiones, razón que lo llevó a invertir en la colocación de hierros.

Desde hace cuatro años pasa los fármacos a los compradores entre rejas negras que dan la impresión de que se trata de una cárcel.

“La mejor prevención es la de poner rejas. Yo tenía cámaras y alarmas, pero ellos las arrancan y se las llevan. Prefiero estar así, aunque esté prisionero en lo mío”. La proliferación de este estricto modo de seguridad se extiende a una gran cantidad de barrios capitalinos. elCaribe lo constató en Pantoja, Los Alcarrizos, Villa María, y 27 de Febrero.

Las compraventas siempre han sido el punto comercial predilecto para que rateros llenen sus fundas de mercancías ajenas.

Jensy Abreu, dueño de una compraventa, en el sector 27 de Febrero, del Distrito Nacional, optó por encerrarse en su negocio.

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