Solo algunas ruinas quedan de lo que fuera el castillo del almirante Cristóbal Colón, la iglesia, el primer ayuntamiento de las Américas, el cementerio taíno-español, la alhóndiga real y de otras edificaciones construidas en La Isabela, la primera ciudad del Nuevo Mundo fundada por el almirante en su segundo viaje a la Hispaniola, en el 1493.
Estos muros hechos en bloques de cal, arena y argamasa, han sobrevivido a las inclemencias del tiempo y a las manos despiadadas de algunos hombres, para contar la historia de la que fuera la villa fundada por más de 1,300 colonizadores que vinieron junto al almirante en un total de 17 embarcaciones.
En dichos barcos llegaron marineros, carpinteros, albañiles y geólogos, entre otros equipos de colonizadores capacitados para fundar un centro urbano, hecho que sucedió terminando diciembre de 1493 y a principios de enero de 1494, de acuerdo a lo relatado por el doctor Rafael Cantisano Arias, quien durante años realizó investigaciones en el lugar.
Estos hombres se asentaron en lo que hoy se conoce como el Parque Nacional Arqueológico e Histórico -Museo de Sitio Villa de La Isabela, cuando Cristóbal Colón vio que el Fuerte de la Navidad que construyó en su primer viaje había sido destruido por los indígenas, que previamente mataron a los españoles, supuestamente en represalia porque estos estaban tomando sus mujeres.
“En el segundo viaje, Colón vino preparado con unas 1,300 personas. Este viaje fue de mucha importancia porque los colonos pudieron recoger muchas muestras de botánica, de oro, de tierra, e inclusive llevaron a España a varios indios para demostrar a los reyes católicos qué clase de gente vivía en esta isla”, relata Cantisano Arias.
Los años han pasado sin misericordia por la villa fundada hace más de 520 años.
“En 1494 se fundó el primer ayuntamiento del Nuevo Mundo, que nosotros no hemos sabido valorizar. También se cantó la primera misa de la religión católica, desembarcaron médicos, sacerdotes, agricultores…”, refirió el doctor Cantisano Arias.
Además, en esa zona “se sembró por primera vez caña de azúcar y la verdura que se dio en esa parte en el mes de enero y febrero, muy desarrollada; un dato importante, porque está en relación con la meteorología del norte de la isla, donde llovía mucho, y más también con la fertilidad de la tierra. Es una forma diríamos importante de entender este paso de la agricultura en la isla en ese tiempo”, expresó Cantisano Arias.
También afirma que aquí se pueden ver los restos de la iglesia, que queda en la parte baja de lo que fue el poblado, los restos de la casa del Almirante, el sitio donde estaba la alhóndiga real y donde se fundaron las primeras casas, gracias a las investigaciones que se hicieron con la ayuda de muchos topógrafos y gente que sabía del valor que existía en ese tiempo.
La iglesia, la alhóndiga real, la casa del Almirante, una torre para divisar barcos y el ayuntamiento estaban construidas de piedras, mientras que el resto se hizo de madera y de pajas de los árboles.
Cementerio
Actualmente, en el área se pueden ver decenas de tumbas, tanto de indios como de españoles que fueron enterrados en el cementerio indígena que había allí.
“Fue un cementerio indígena que quedó ahí y los españoles enterraron sus muertos porque en realidad hubo una gran mortandad de españoles, ahí se murieron quinientos o seiscientos españoles, por los problemas de diarrea, la alimentación, los problemas de paludismo, de tifoidea, de fiebre amarilla, en fin, una serie de enfermedades que el colono español no estaba preparado para esa penalidad”, afirma el doctor Rafael Cantisano Arias.
Las tumbas de indígenas y españoles se diferencian por la forma en que están colocadas las piedras, ya que, de acuerdo a lo expresado por el guía del parque Roberto Cordero, las de los indios son las que tienen las piedras colocadas en círculo, pues estos enterraban a sus muertos en cuclillas, mientras que las de los españoles son más ovaladas, porque los enterraban boca arriba, con las manos sobre el pecho.
Destrucción de las ruinas
Conservar las ruinas y los logros que los españoles trajeron consigo ha sido un tanto difícil, ya que, de acuerdo a lo expresado por Cantisano Arias, los gobiernos dominicanos no tuvieron la intención de mantener el desarrollo de la agricultura, de la mineralogía, de la salud de la gente, pese a las facilidades de la Organización Mundial de la Salud y de la OPS.
“A medida que ha ido pasando el tiempo se ha conseguido una mejoría, pero han sido muchas las epidemias de tifoidea, paludismo, diarrea y muchas enfermedades infectocontagiosas que han surgido en esa región”.
En cuanto a los cimientos de las edificaciones, Cantisano explicó que para el año 1945 se anunció la llegada de unos investigadores latinoamericanos, y que Trujillo puso un telegrama al gobernador de Puerto Plata ordenándole que preparara y limpiara La Isabela.
“Él, ni tonto ni perezoso, mandó un tractor, y en siendo piedras y pequeños levantamientos, todo eso se arrastró al mar, y después el gobernador le escribió un telegrama a Trujillo diciéndole que La Isabela está limpia, lista, pueden venir”.
Agregó que esas son de las pocas cosas que han pasado en ese sitio abandonado, incluyendo su gente”, expresó el reputado médico.
Cantisano Arias dice ha sido muy difícil mantener el lugar porque el dominicano no ha sabido valorizar el sentido histórico, geográfico de esa zona, que pudiera ser una de las más importantes, incluyendo la residencia de muchos ministerios de gobierno.
Museo del Parque de La Isabela
En la década del 1989 a 1999, arqueólogos del Florida Museum of Natural History colaboraron con la Dirección Nacional de Parques y con la Universidad Nacional e Experimental Francisco de Miranda, de Venezuela, para excavar y estudiar La Isabela.
Los resultados de estas investigaciones se pueden ver en el Museo del Parque de La Isabela, donde han reunido varias piezas indígenas y varias piezas españolas.
“Allí se encuentran piezas indígenas, como piedras y objetos fabricados de barro, así como objetos españoles, entre esos espuelas”.
Castinsano explicó que en las investigaciones que hizo un venezolano encontró el esqueleto de uno de los perros que trajeron los españoles, tenían unos colmillos muy agresivos.
“Esos perros eran usados para agredir a los indígenas, y ese esqueleto se sacó y se puso en un sitio, y desgraciadamente no tuvo la atención suficiente y se desbarató el esqueleto. Eso es un ejemplo sencillo de lo que ha pasado en La Isabela”, expresa con pesar el investigador.
El museo ha estado funcionando, pero han venido muchas ideas y muchos cambios. Se ha estado trabajando con arqueólogos, entre ellos uno de apellido Cruset que estuvo ahí trabajando seis o siete años muy duro, pero desgraciadamente no se le dio importancia y se abandonó.
Árbol de guayacán
En las ruinas hay varios árboles de guayacán, uno de ellos que casualmente coincide donde estuvo la iglesia original. Ese árbol se conserva y es endémico del área, se da en tierra seca, ardiente de La Isabela. En la actualidad los artesanos usan las ramas secas de guayacán para hacer las artesanías, que tienen a la venta en pequeñas tiendas ubicadas en el parque, para que los visitantes lleven recuerdos de su visita a La Isabela.