La semana pasada se llevó a cabo el Segundo Congreso de la Industria, un evento que evidencia el liderazgo y madurez de este sector, tanto por su visión y propuestas, como por los planes de acción y metas presentadas.
El evento duró un día, pero el proceso para la elaboración de dichas propuestas fue amplio e intenso.
Una diversidad de actores participaron en las mesas de trabajo durante meses, incluyendo funcionarios públicos, técnicos de los partidos políticos, universidades, empresarios, sindicatos, asociaciones regionales y sectoriales, congresistas y organismos multilaterales.
Se debatieron y consensuaron 35 propuestas de políticas públicas organizadas en siete áreas: 1) Financiamiento para el desarrollo, 2) Política comercial, exportaciones y sostenibilidad ambiental, 3) Fomento del empleo formal, 4) Desarrollo del Capital Humano e I+D+I, 5) Requerimientos de Infraestructura 6) Promoción de los Encadenamientos productivos 7) Apoyo institucional al sector manufacturero.
Un proceso de abajo hacia arriba, en el cual se consolidó la convicción de que hemos pasado de una economía cerrada a una abierta, donde si bien es importante contar con una plataforma fiscal competitividad, nuestra capacidad de encarar la apertura y de crecer en las exportaciones requerirá de mucho más que incentivos fiscales.
Se trata de contar con una actitud adecuada, una visión clara, de mantenernos enfocados y de tomar acciones. Este fue el mensaje proyectado a los candidatos presidenciales, para que luego de definido el proceso electoral, trillar camino conjunto.
Como bien se señaló, contamos con un problema de índole estructural que se refleja en las exportaciones y en el empleo. Mientras en nuestro país, en términos reales, la economía ha crecido a un sólido ritmo anual del 7.1% desde el 2005 al 2010, las exportaciones decrecieron en un promedio anual del 2.9%.
Esto contrasta con países como Taiwán y Corea del Sur que han puesto como eje fundamental de su estrategia el crecimiento de las exportaciones. Pero a su vez vemos que países como Chile y más recientemente Colombia, han alcanzado una relación positiva entre el crecimiento de su PIB y el crecimiento de sus exportaciones.
La timidez de nuestras exportaciones, conjugado con el crecimiento económico del país, está deteriorando nuestro déficit de cuenta corriente, a un ritmo y en una magnitud, que debe ser considerado como una prioridad nacional.
El sector se planteó unas metas retadoras, pero alcanzables para los próximos cinco años: lograr incrementar las exportaciones de US$8,500 millones a US$20 mil millones, crear 200 mil nuevas fuentes de trabajo, aumentar el número de industrias de 7,000 a 10 mil, e incrementar de 200 a 500 las empresas que exportan más de un millón de dólares anuales.
Este no solo debe ser un compromiso entre el sector industrial y nuestra clase política, sino de toda la sociedad, pues contar con un sector manufacturero pujante representa la mejor garantía para el desarrollo de la nación.