En el encuentro “Invertir en RD”, organizado por elCaribe y el periódico español El País, surgió de nuevo el tema de la educación, sin que probablemente nadie se lo propusiera, en un escenario donde se hablaba de negocios.
Ocurrió cuando uno de los exponentes planteó que una de las mayores dificultades que confrontan los inversionistas es la baja calidad del personal a contratar. El tema saltó en los paneles sobre “Turismo es… Casi todo” y “Crecimiento Sostenible”, pero igual podría haber aparecido en los otros, y es que la calificación es una preocupación cotidiana en la generalidad de las empresas.
El empresario no decía nada que no sufran las empresas dominicanas. La baja calificación de los profesionales y técnicos. Una cuestión que compromete a las universidades, pero también a la escuela dominicana, a los centros de formación técnica y al Gobierno. Plantea un reto al sistema educativo, al Gobierno, a la Nación.
En particular involucra a las universidades. En ese sentido, tendrían que preguntarse qué enseñamos, para qué y para quién, como atinadamente ha planteado el Presidente de la República. Lo que se está abordando es la vinculación de las universidades con el mercado laboral.
¿Qué investigan las universidades cuando deciden abrir una carrera, o cuando limitan la matriculación en las existentes? ¿Existe comunicación entre las universidades y el sector productivo? O el Estado, en el nivel donde probablemente hay más debilidades, ¿cuánto sabe sobre la calificación de la mano de obra? Son cuestiones fundamentales que deben ser definidas, si de verdad el país está empeñado en ser un destino atractivo para la inversión.
Sin una educación básica de calidad, la capacidad de aprendizaje estará siempre muy limitada. El tema es muy complejo e involucra factores como equidad social y justas oportunidades de acceso de los ciudadanos. La educación y el acceso a la tecnología suelen ser un privilegio vinculado hasta al lugar donde se nace o vive y a las condiciones materiales de las familias.
