A las siete de la mañana, con camisa manga larga y una gorra para cubrirse del sol, Benita está dispuesta en la esquina de la avenida San Vicente de Paúl con carretera Mella para compartir la faena con más de quince adolescentes y niños que allí trabajan.
La mujer, de 41 años, dice que para obtener unos pesitos tiene que aguantar malas palabras y vejaciones de los conductores.
“Esa gente que pasa por ahí me dice drogadicta, me dice viciosa. Hasta mujeres me dicen malas palabras, pero yo limpio mis vidrios porque necesito llevarles el sustento a mis hijos, que van a la escuela, que necesitan ropa y zapato, comida y un techo para vivir. Sólo Dios sabe por qué yo trabajo aquí”.
Hace ocho años dejó la venta de esquimalitos para limpiar vidrios porque era más rentable. En el día puede reunir RD$300 y hasta RD$400. “Yo veía que los muchachos traían más dinero, se iban más pronto y yo tenía que irme a la Venezuela, lejísimo, a buscar el carrito con 500 esquimalitos arrastrando el carro, a veces mojándome. Entonces le dije a un señor que vende periódicos que yo iba a limpiar cristales y así comencé”.
Para las mujeres estar en la calle representa un peligro doble ya que las convierte en presa fácil para los abusos verbales, físicos y sexuales. Benita lo sabe.
“Muchos se propasan; está en que tú se lo aceptes. Yo no me voy acostar con ningún hombre en la calle con tanto Sida que hay. A mis hijas también se los digo, ellas no aceptan eso, no lo pueden hacer, hay muchas enfermedades, pueden atracarte, matarte, darte un tiro, violarte o dejarte en un hotel muerta.
Yo ando buscando la comida de mis 14 hijos, por eso trabajo, no me prostituyo”.
La violencia también la ha rozado de cerca. Hace cinco días pasó un gran susto, cuando le tiró la esponja a un carro y un conductor enfurecido se desmontó del vehículo. “Ese hombre se apeó de la yipeta con un pique, sacó una pistola y dijo que me iba a dar un tiro, yo me asusté, por suerte no pasó de ahí”.